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27 de diciembre de 2016

Un primer baño


No terminó noviembre sin probar uno de los escenarios previstos. Este es uno de los que más me gustan. Eso sí, el pateo hasta el agua es peor que el de Campelo, aunque más llevadero porque el recorrido es más largo y se hace más suave por lo tanto.


El día fue escogido al azar, pero hubo suerte. Una marejada del NO con fuerza suficiente, que permitía disfrutar relajadamente.
Aunque el número de surfistas es ya una cuestión que te puede aguar la fiesta. Porque, es inevitable, hay que repartir. Y respetar. Cuando uno no está en su casa, tiene que evitar dejarse llevar por excesivas ambiciones y acordarse que, cuando eres tú el local, no te gusta que te intenten acaparar las olas de tu playa. Pero siempre es difícil que predomine una de las mejores cualidades (entre tantas) que puede tener el surf: la solidaridad. Porque también es verdad que los locales a veces pretendemos coger olas como si no hubiese más gente en la playa. Y eso es un problema. Nunca es fácil encontrar el término medio.


El agua estupenda, claro está, aunque se echa de menos llegar a la orilla y que sientas bajo los pies esa arena tan maravillosa que tenemos en Doniños (y en muchas playas más de A Costa das Ondas).

11 de diciembre de 2016

Otra vez aquí.

Hace ocho meses que no publico ninguna entrada en mi blog, “Cazador de mejillones”. Mucho tiempo para alguien que cree que tiene mucho que contar todavía.
Un cierto hastío me impidió, literalmente, seguir comunicando cosas a través del blog
Creo que, como nos pasa a todos de vez en cuando, necesitaba un descanso.
Hace un mes un buen amigo y colega, Jesús, me reprochaba -veladamente- esta ausencia tan prolongada. Y lo hacía en un momento muy importante. Porque fue precisamente en mi despedida de los amigos y de la ciudad en la que sucedió la que considero la segunda etapa de mi vida, entre los 33 y los 69 años. Nada menos.
Fueron años de profesión, muy intensos.
Años de coger olas, olas y más olas, con no menos intensidad.
Años de experiencias inolvidables, de las que dejan una huella profunda.
Años de criar a unos hijos muy queridos y compartirlos con una persona adorable como pocas.
Años de conocer a muchas personas, la mayoría encantadoras, algunas entrañables.
Años en los que aprendí a que para tener amigos y disfrutar de ellos, a veces hay que perdonar, porque no hay nadie perfecto.
Y llorar la marcha inevitable de algunos.
Pues bien, esa etapa se cerró, y ahora comienzo otra. Con nuevos proyectos. Y aunque estoy ya en una edad en la que el cuerpo empieza a decirte que, nuevas experiencias, las justas, sin embargo al cuerpo hay que decirle que nos deje dirigir a nosotros la nave de nuestras vidas, con el rumbo que elijamos.

Os dejo una imagen de un spot poco conocido pero que, algunos días del año, puede dar fantásticas olas. Ese día no hubo suerte, pero verlo de nuevo ya resultó un placer.
Ha sido mi primera visita, ya que puedo verlo en la distancia, desde mi terraza, y con la ayuda de unos prismáticos saber si rompen olas ese día.
Todo un privilegio para un amante de las olas como yo.