COMO ME CONVENCIERON PARA UNA LOCURA
En ocasiones soñamos con hacer un
viaje a un país exótico, cuya cultura nos llama la atención, cuyas costumbres son
muy diferentes a las nuestras, con paisajes que nos resultan sorprendentes…Y a
veces nuestro sueño se cumple.
Hace unos meses mi cuñado Quim me ha
estado entusiasmando con un proyecto que quiere realizar, recorrer el Camino de
Santiago. Cuando hablábamos de los detalles se me vino a la cabeza otra
historia en la que él también me embarcó hace 21 años y que resultó ser uno de
los viajes más interesantes que he realizado.
Acababa de comprar el Mitsubishi que
todavía uso (sí, es cierto que ha durado bastante porque, aunque no está como
el primer día, lo esencial aún funciona bien) y terminó convenciéndome de que
era la ocasión de probar el coche haciendo un viaje por Europa, hacia el norte,
quizás Inglaterra y Escocia, o algo así.
La verdad es que yo debía también
tener muchas ganas, en aquel momento, de hacer un viaje como ese, porque no
tardó en convencerme.
La idea era aprovechar nuestras
vacaciones, abandonar a la familia tres semanas, e irnos a hacer kilómetros
Europa adelante. Quizás tengo que explicar que, en aquel entonces, Quim era un
entusiasta de los rallys de coches, siendo un magnífico piloto de competición y
un no menos experto copiloto, con experiencia en numerosas carreras. Por eso a
mí me inspiraba confianza hacer este viaje con él, independientemente de que me
parecía una persona con la que se podía convivir durante muchas horas seguidas,
sin que su compañía llegase a ser insoportable, sino todo lo contrario, aspecto
nada menor en semejante aventura.
Como es lógico hicimos un
presupuesto de lo que nos podía costar, teniendo en cuenta de que llevaríamos
una tienda de campaña, que trataríamos de abastecernos en los supermercados que
fuésemos encontrando por el camino, y de que, en ese momento, el gasoil era
relativamente barato en muchos de los países que atravesaríamos. Porque estos
eran los tres capítulos de gastos más abultados, obviamente.
Pero cuando ya faltaban pocas
semanas para el inicio del viaje, Quim se puso en contacto conmigo y me propuso
otro itinerario. Un amigo suyo, Carlos, suizo afincado en Tenerife y casado con
una ciudadana sueca le había hablado muy bien de Estocolmo. Entonces, ¿por qué
no íbamos hasta allí?
Lógicamente mi primera impresión fue
la de pensar que mi cuñado se estaba pasando un par de pueblos con su
propuesta. Pero luego me entusiasmó con su idea, y yo me contesté a mí mismo:
¿por qué no?
También era inevitable caer en la
cuenta de que, contando solo con tres semanas, nos íbamos a pasar gran parte
del viaje conduciendo. Pero la idea cada vez que la examinaba me gustaba más.
Suecia se me antojaba algo extraordinariamente exótico, ya que las culturas de
los pueblos del Norte siempre me han atraído. Y al fin acepté, porque era una
oportunidad que no se podía dejar escapar.
Cuando partimos Quim
me pidió que, como yo era aficionado a escribir, intentase llevar un diario de
a bordo para que los detalles del viaje no quedaran en el olvido.
Pero al final, también me entusiasmé
con esta tarea y terminé escribiendo algo mucho más ambicioso. Y lo que
escribí, que titulé “NORDKAPP” (Cabo Norte en noruego) y que me atrevo a
calificarlo como un “libro de viajes”, es lo que poco a poco os voy a ir
poniendo en el blog entre otras entradas. Aunque ya os aviso que no tiene nada
que ver con un “surfari”. Puede que os guste, tampoco descarto que os aburra,
aunque quizás os sirva de acicate para cumplir con uno de los sueños de
cualquier surfista que se precie: descubrir nuevos horizontes.
También voy a poner fotos que fui
sacando durante ese viaje, pero que son de mala calidad, por lo que os pido
disculpas. Su valor es el testimonial. También hay otras fotos o grabados de
los que no soy autor, pero que ayudan a ilustrar el texto.
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Traté de ajustar mis pertenencias todo
lo posible dentro de la parte trasera del coche, sobre todo porque aún faltaban
las que Quim, mi cuñado, añadiría dentro de unas horas, cuando yo lo recogiese
en Madrid.
Repasé con la vista lo que llevaba. Ropa de todo tipo,
una vieja tienda de camping de tipo canadiense, una pequeña cocina de gas, un
colchón inflable (dormir de camping no tiene porqué ser sinónimo de
incomodidad), sacos de dormir, alguna manta, algunos artilugios para comer y cierto
número de provisiones. Bien, todo listo.
Mi
vecino, hombre mayor, muy casero y para el que ir al centro de la ciudad es ya
un pequeño viaje, no pudo reprimir su curiosidad y me preguntó el objeto de
aquellos preparativos, aunque facilitándome la respuesta:"Qué, ¿de camping
unos días?"."Sí, me voy de camping a Estocolmo, Suecia", le
contesté con la misma expresión de trivialidad con la que él me había hecho la
pregunta.
Su
cara perdió la trivialidad y pasó a ser una mezcla de asombro e incredulidad,
ante mi afirmación. ¿Sería que yo le estaba tomando el pelo? "¿A
dónde?". Supongo que Suecia le sonaba de algo, exótico y lejano.
Lo
sabía. Quizás pequé de optimista y le quise entusiasmar por hallarse
presenciando los preparativos de semejante viaje. Algo así como si un
astronauta, a punto de partir hacia la
Luna , le dijese a su vecino, con falso aire de aburrimiento:
"Sí, me lanzan hoy en el Apolo XI..."
Bueno,
el caso es que después de concretar un poco más (solo un poco más) vi que mi
optimismo inicial -lo del astronauta- no
estaba justificado y no le di más explicaciones.
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Eran
más o menos las doce del mediodía, cuando giré la llave de contacto y, con
cierta solemnidad interior, arranqué el coche por el corto y estrecho camino
que va hasta la carretera principal de Balón, Ferrol, España.
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Días
atrás había concretado con Quim, que reside en Canarias, el punto de recogida.
Él iniciaría el viaje en avión y yo lo recogería a las 8 de la tarde en el
aeropuerto de Barajas-Madrid. Y desde allí, pondríamos rumbo al norte, para
comenzar un viaje largo en kilómetros y corto en duración. Sólo disponíamos de
veinte a veintidós días para realizarlo.
A
todos se nos hace pesado el conducir durante varias horas. Pero en los días
anteriores me había conseguido mentalizar de tal modo con respecto a la
característica principal del viaje (Habría que hacer más de 10.000 Km . en tres
semanas, aunque luego fueron 13.500), que las casi ocho horas de pesado y
caluroso viaje hasta Madrid (era primeros de agosto) se me pasaron con bastante
rapidez.
También
hay que tener en cuenta el tipo de vehículo que utilizaríamos, un MITSUBISHI
"Montero", largo, del año 90,
casi 100 caballos de potencia, de 140 km ./hora de velocidad máxima y 110/120 de
crucero (o sea, la relación ideal de velocidad/consumo), gasoil turbo
intercooler, y con ciertas comodidades, buena suspensión, aire acondicionado,
muy buena insonorización, motor muy suave, servo-freno y servo-dirección y unos
asientos bastante anatómicos, realmente cómodos. Unas veinte cassettes de
música sería otro de nuestros recursos para distraernos, ya que por Europa
adelante no íbamos a pillar "Los Cuarenta Principales"...
Todo
lo demás era pura aventura, ya que ni siquiera teníamos claro lo que haríamos
una vez en Estocolmo, a donde al menos había que llegar, ya que un amigo de
Quim, Carlos, nos esperaba allí.
Algo
que sí fue necesario programar era el trayecto a seguir. Por razones de
economía (de tiempo y dinero) buscamos la ruta mejor para subir hasta la
península Escandinava.
Tuvimos
muy claro, tras consultar un buen mapa de viajes, que el recorrido debería ser:
entrar en Francia por Hendaya, subiendo por la autopista que nos llevaría
directamente a París. Después Bélgica, Holanda (aunque quizás no fuese lo más
directo, me apetecía pasar por este hermoso país), Norte de Alemania y, desde
allí, atravesar a Dinamarca y, por fin, a Suecia.
Que tal Carlos!
ResponderEliminarMe ha encantado, ya estoy deseando leer el 2º capitulo...jeje
Bonitos recuerdos y vivencias, muchas gracias por compartirlas con nosotros. Cuando lei lo de las cintas de casette me estaba acordando del espacio que ocupaban las condenadas en la guantera...
Lo dicho Carlos, ya nos iras desvelando el resto de aventura, un saludo amigo!
Lo cierto es queda mucho por desvelar, ja, ja. Espero que te siga gustando.
ResponderEliminarUn saludo para tí, Fran.