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27 de mayo de 2014

NORDKAPP.14 Un asombroso paisaje


          La temprana luz matinal nos despierta pronto. Esa noche, siguiendo nuestro sistema para ahorro de gastos, nos hemos conformado con la tienda de campaña para dormir, en vez de alquilar una cabaña, a pesar de que el tiempo se ha tornado lluvioso y desapacible, y que me recuerda mucho el clima de mi Galicia, nubes bajas entrando por las rías que ocultan las cumbres de los montes, humedad y llovizna, temperatura sin embargo suave; reina algo grato en el ambiente que a mí me gusta.
          Mientras Quim acaba de recoger y paga en recepción, ojeo el mapa. Hoy me toca llevar el volante y deseo ver la carretera a la que me voy a enfrentar, ya que sospecho que la cosa va a ser un poco complicada a partir de ahora. Esto lo pienso porque en el Cabo Norte nos encontramos a un español que había hecho el recorrido a la inversa, esto es, subiendo por Noruega primero, conduciendo un coche que remolcaba una caravana, y nos contó que le había parecido larguísimo (es decir, que era larguísimo) el recorrido por la intrincada geografía de Noruega. La carretera da vueltas y más vueltas, es estrecha, los noruegos cuando conducen no parece que vayan a ninguna parte (es raro ver un coche que vaya a más de ochenta), los pasos por pueblos tienen limitación a 40 ó 60 Km./h. como mucho, cada dos por tres hay que coger un ferry, lo que obviamente reduce mucho el promedio de kilómetros a recorrer cada día. Y, por supuesto, que uno no puede pasar por la geografía noruega sino deleitándose con uno de los paisajes más apasionantes de Europa. España es bellísima, sobre todo por su tremenda diversidad. Los Alpes son impresionantes. Pero Noruega te puede dejar con la boca abierta mientras dura tu viaje por ella. Y te aseguro que dura muchos días.


          Ayer habíamos conducido demasiadas horas y, sin embargo, al reconocer en el mapa en dónde estábamos todavía, me asusté.
          Cuando Quim subió al coche le comenté mi impresión, y que teníamos que planificar un poco nuestro retorno. Si la subida había sido larga, la bajada, por aquella ruta, podía ser eterna. Calculamos lo que nos llevaría llegar solamente hasta Oslo (en dónde pensábamos parar un par de días) y nos salían unos cinco días de viaje, deteniéndonos lo indispensable y si no surgía ningún contratiempo. Hay que pensar que nuestras jornadas al volante estaban siendo de ocho horas, con un recorrido medio de 400 a 600 Km. por día, además de cortas visitas a sitios interesantes. Por otra parte, tanto Quim como yo íbamos bastante rápido, ya que a los dos nos gusta ese tipo de conducción, en el que tratas de mantener promedios de alrededor de 80 Km./hora.
          En fin, nos pusimos en camino y al salir de Alta, al ver la indicación del Museo local, nos pica la curiosidad y paramos, aprovechando para tomar un café caliente en la cafetería/restaurante, sumamente agradable, que posee la instalación.
          Saboreamos el café admirando un hermosísimo paisaje que se divisa a través de unas cristaleras. El día no favorece mucho, y lamento que las nubes bajas nos impidan ver las cumbres de los montes. Esta mañana los fiordos son como gigantescos túneles, con un techo de tonos grisáceos compacto y uniforme hasta dónde alcanza la vista.
          Visitamos las salas del pequeño museo, que está dedicado a la historia costumbrista y artesana de la zona. El edificio parece nuevo y muy cuidado -como todo lo público en este país-y curioseamos por diversas dependencias en las que se exponen de forma moderna videos, diapositivas, etc., de aspectos interesantes de la vida de estas gentes que, desde tiempo inmemorial, se han dedicado a la pesca, ganadería y un poco a la agricultura. El extraer los productos del mar, ha sido de todas formas la principal fuente de riqueza. Secar y ahumar el pescado son técnicas antiquísimas practicadas hasta hoy por los pescadores, en este momento de una forma industrial y próspera. Me parece que el 90% de la población vive de ello, ya que la ganadería es trashumante, y a ella se dedican más bien los lapones que viven en las montañas que limitan con Suecia, que bajan a los pastos de las costas cíclicamente. Cuando la nieve cubre con varios metros de espesor la vegetación en los montes, ellos buscan con sus
ganados de renos la hierba que, por la templada influencia del "Gulf Stream" en la costa, no se llega a tapar más que ocasionalmente por algún temporal de nieve.
          Alta era hasta el siglo XIX la puerta de entrada al Finnmark,  la extensa región que ahora venimos recorriendo.
          En el valle del río Alta, que desemboca en el fiordo del mismo nombre, se han descubierto numerosas huellas de habitaciones humanas de hace diez mil años, por lo que se supone que ya Alta era entonces un centro de la cultura de la Edad de Piedra, de la que se conservan inscripciones en rocas que datan de alrededor de 4.000 años.


          El cristianismo tuvo una entrada tardía en estas tierras, en especial en las del interior, cuyos habitantes practicaron el culto a sus dioses ancestrales hasta el siglo XVI. De hecho, la primera iglesia no se construyó hasta 1694.
          El sentimiento ecológico de estas gentes quedó patente en el conflicto surgido entre los años 73 y 82 por el intento de construcción de un importante embalse para el desarrollo hidroeléctrico y cuya paralización -por los daños que causaría y por la conservación de la naturaleza en Noruega- fue una de las reivindicaciones más importantes del pueblo Lapón que habita estas tierras.
          En uno de los indicadores de las salas señala que en la planta baja hay unos servicios. Sentimos la necesidad de visitarlos y bajamos. En un primer momento no me llaman la atención unas extrañas y poderosas puertas que hay al extremo de  la sala a la cual da la puerta que buscamos. Al salir del servicio me vuelvo a fijar y veo unas duchas que salen de la pared. Están situadas en una especie de vestíbulo, realmente pequeño, y que tiene esas llamativas puertas, que al observarlas bien me fijo en que son herméticas, con un sistema de cierre similar al de la compuerta de un barco, con un volante para cerrar a presión. Asimismo veo unas rejillas en el techo un tanto sofisticadas para aireación de la sala. Y entonces me doy cuenta de que se trata. Es un refugio atómico. Las duchas son para lavar a las personas contaminadas, y las puertas herméticas, para encerrarse allí dentro, ya que la sala en donde hemos visto todo ésto, es subterránea. Veo más puertas, éstas cerradas, que imagino que esconderán toda clase de elementos necesarios para sobrevivir en la triste posibilidad de tener que usar esta parte del edificio para lo que -ahora me doy cuenta- fue realmente habilitada.
          Me da la sensación, por lo que voy observando, de que en este país hay un cierto temor y una cierta toma de conciencia -entre su población- a una guerra. Será por que hace solo cincuenta años sufrieron la arrasadora invasión de los alemanes, será por su status de miembro muy activo de la Defensa Noratlántica y la proximidad de la URSS, no sé, pero no es difícil notar esta sensación de la que hablo. Su ultranacionalismo y su proximidad geográfica y de interés estratégico para los rusos, pueden ser también otros factores que influyen.
          De nuevo en la ruta, continuamos nuestra lenta marcha por entre abruptas montañas, bordeando constantemente innumerables bahías, ensenadas, fiordos inmensos y profundos, tanto en longitud como en profundidad marina. Se ve muy claramente la historia geológica, pasada y futura, de estos impresionantes accidentes geográficos. La tierra firme se elevó, no hace demasiado -en términos de geología- permitiendo después que el mar penetrara por los valles, formados posiblemente por la erosión de alguna larga era glaciar, y con posterioridad, en el calentamiento global de una era posterior -tal como la que ahora disfrutamos- al elevarse el nivel del mar por fundirse el hielo, aquel penetró por los valles, formando esta maravilla que ahora yo contemplo extasiado al ver tanta belleza.
          Veo que las faldas de los montes tienen señales de frecuentes derrumbamientos que indican que se está produciendo la desintegración de esas masas de roca (seguramente por la climatología, unido a un material muy frágil) y que llevará a estos fiordos a convertirse, en pocos -relativamente- siglos en algo similar a lo que hoy en día son las rías gallegas, que por el mismo proceso geológico debieron ser en su día igual que estas rías del norte del planeta. Hay que tener en cuenta que Galicia es un terreno mucho más antiguo que las montañas escandinavas, formadas más recientemente, en el período Caledoniano.
          Una muestra de que esa elevación se produjo no hace demasiados siglos son los ríos que, en altísimas cascadas, desembocan en las aguas de los fiordos. En Galicia existe el río Xallas, que es el único que desemboca de esta forma en un estuario marino, lo que ratifica la teoría del paralelismo en la formación de las rías gallegas y éstas de la costa escandinava atlántica.
La erosión ha producido una tierra tan accidentada que los noruegos, cuando hablan de su paisaje, se refieren a él como “naturaleza dramática”.

Seguimos nuestro camino inmersos, por tanto, en toda esta maravilla, en la que hay dos colores predominantes, el gris y el verde, ambos en toda su gama cromática; gris claro, las verticales paredes de los montes, y gris oscuro la tranquila superficie marina de los fiordos; verde claro, las frecuentes áreas cercanas a las orillas, de hierba alta y abundante, y verde oscuro los inmensos bosques que ascienden por laderas empinadas, hasta casi llegar a las propias cumbres de agrestes rocas, con aspecto de ser inexpugnables.
Nuestra intención es continuar hasta la ciudad de Tromso, aunque ello nos obligue a desviarnos algo de nuestra ruta hacia el mediodía, pero las guías turísticas aconsejan una visita a esta urbe, una de las más notables del noroeste noruego.
          Comienzan, pocos kilómetros más adelante, a aparecer las esperadas -por lo que ello significa de romper la rutina del asfalto- travesías en los pequeños ferrys que nos pasan de una orilla a otra de un fiordo que, de otra forma, nos obligaría a recorrer decenas de kilómetros para rodearlo. Son navegaciones de pocos minutos, y que condicionan, me doy cuenta, el ritmo del viaje por estas carreteras. Será por ello por lo que los noruegos no se esfuerzan en conducir sus vehículos con demasiada prisa. Y lo que voy viendo cada vez más claro es que para viajar, esta gente, no se plantean hacerlo en coche si su recorrido es de más de unos cientos de kilómetros. Ir a la capital del país, desde esta zona en la que nos encontramos -que ya no es la más alejada-puede ser un desplazamiento de diez días entre ida y vuelta. Y ésto en la época de buen clima, ya que en invierno incluso se ven en los mapas carreteras que permanecen cerradas oficial y definitivamente, varios de los meses meteorológicamente más duros. Suelen ser vías del interior, ya que en cuanto asciendes unas decenas de metros en altitud pierdes gran parte de la suavizadora influencia climática del mar, y el paisaje se convierte en un infierno helado.
 Llego a la conclusión, por lo que voy viendo, de que los noruegos utilizan solo una pequeña porción del territorio existente, ya que cuando vas por una de esas carreteras que discurre al pie de una alta montaña, adivinas que por allá arriba no hay más que una absoluta soledad. A tan solo unos cientos de metros en línea recta de la civilización, se encuentra un paisaje que permanece así desde hace muchos siglos, sin que la mano humana se atreva a tocarlo, ni tan siquiera a llegar hasta él. Son esas innumerables cumbres rocosas, ásperas, en donde el frío y el viento constantes quita toda apetencia de ir hasta allí arriba. La vida de estos hombres y mujeres se desarrolla, pues, en esa estrecha franja, a veces de unas decenas de metros tan solo, que va desde la orilla de la oscuras aguas de un fiordo, hasta el pie de la empinada -e insegura- ladera de rocas y matorrales que suele bordearlo.


          Cuando nos embarcamos en un ferry nos dedicamos, bien a ver el  paisaje,  bien a curiosear por el barco. Así observamos en el puente de mando, que se ve desde una cubierta interior a través de una cristalera, al comandante de la nave que la gobierna. Es un hombre alto, de mirada fría que se pierde a través de los cristales, sobre las aguas que surcará, al poco, la proa de la embarcación. Viste un traje, como no, azul marino con galones de un dorado brillante que dan vida al apagado tono de su ropa. Le vemos cojear ligeramente, en sus paseos por el puente controlando los instrumentos de navegación. Tiene una bitácora en madera bellamente barnizada, con su parte superior en metal dorado, impoluto, que parece nuevo, o tan bien cuidado que se diría que nadie le pone nunca la mano encima. Admiro la pulcritud de estos noruegos.
      En el segundo de los ferrys nos encontramos de nuevo con la expedición de españoles que nos sigue -o nosotros a ellos- por esta ruta.  Acostumbrados que ya estamos a la tranquilidad y el silencio de las gentes del norte, nos sobresalta un poco la algarabía que se forma con cuarenta ibéricos comentando y contando chistes acerca de la inminente navegación en el ferry. Su autobús ocupa casi todo el espacio disponible para aparcamiento. De todas formas ya los noto -a mis compatriotas- un tanto apagados por el indudable cansancio del recorrido que, como nosotros, llevan realizado.
Recuerdo que ese día comimos un sandwich que nos preparamos en la parte trasera del coche, metiendo las lonchas entre pan, mientras esperábamos en la cola de uno de los ferrys. Luego, un café apresurado en un bar de allí cerca. Por cierto, que las cafeterías en Noruega son fácilmente identificables: se llaman "CAFETERIAS". Es fácil, ¿no?.

Tromso

          Llegamos a Tromso, hermosa ciudad, quizás la primera del Norte que merece tal nombre. Tendrá unos quince o veinte mil habitantes, un atractivo casco urbano, y unos alrededores muy densamente poblados. Está situada sobre una pequeña isla, a la que se accede por un bellísimo puente, que además es el más largo de Escandinavia y que recuerda la forma de un iceberg; hay pocos puentes en Noruega (para los que realmente necesitan), pero son verdaderas joyas del arte arquitectónico, quizás porque son todos muy modernos. Ahí se nota lo que, hasta hace pocos años, han confiado los noruegos en la navegación como eje de sus comunicaciones.
           Paseamos un poco por el centro. Como todo núcleo urbano que se precie, tiene su Museo, que no visitamos por falta de tiempo y no ser la hora adecuada. Está situado en la Universidad, por cierto creada hace muy poco tiempo, a raíz del "boom" del petróleo en el Mar de Noruega, y que posee el curioso mérito de ser la más septentrional del mundo. La vida es mucho más metropolitana, y averiguamos que se debe a  la corriente  de  trabajadores "francos  de ría", de las torres de extracción de petróleo en el mar.
          Al anochecer salimos de Tromso en busca de algún camping cercano, que pronto encontramos.
Como ya hemos cumplido con las normas de economía la noche anterior, esta vez nos regalamos... una pequeña y cómoda cabaña de madera.


1 comentario:

  1. Que tal Carlos!
    Lo cierto que fijandose en el mapa uno se da cuenta de la magnitud del viaje y de la tremenda paliza de kilometros que os pegasteis. Toda esa soledad y ausencia de presencia humana debe de ser una sensación indescriptible, celebro el no haber leido ninguna percance serio hasta este momento, desde luego no me quiero imaginar lo que debe de ser una urgencia y esperar la llegada de alguien. Antes de leer el texto vi las fotos y enseguida me llamo la atención la foto de la puerta y la ducha, por mas que lo pense no me imaginaba su función, me estaba acordando del tremendo negocio que debieron de hacer en su tiempo montando refugios nucleares para la guerra fria, ojala queden ahi como mera anecdota...
    Me ha encantado la descripcio del capitan y el puente de mando, el timon es uno de esos elementos que cuando lo ves te dan ganas de echarle la mano, pasa lo mismo que con las teclas de un piano...jeje Por cierto, da la sensación de que el capitan esta viendo con el rabillo del ojo hacia donde estais haciendo la foto. Pues nada, como siempre un placer leerte, saludos y hasta la proxima!

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