De nuevo, pasado Mo i Rana, la carretera se aleja de la costa, aunque el paisaje ya es mucho más civilizado. Bosques, campos de cultivo, numerosos pueblos, jalonan nuestro recorrido.
A eso de las ocho de la tarde nos detenemos en un camping pequeño pero con unas instalaciones muy completas. Alquilamos una cabaña, frente a la que hay un bungalow que hace de cocina, televisión y comedor. Y lo mas agradable es que está a nuestra completa disposición. Somos los únicos usuarios aquella noche.
Mientras que Quim -excelente cocinero- prepara algo para cenar, enciendo la televisión. Está comenzando un noticiario y de pronto, lo que veo, me deja petrificado. El locutor se está refiriendo -creo entender- a una noticia de última hora por la que algo está sucediendo en la Unión Soviética, concretamente en Moscú. Naturalmente no entiendo ni una palabra, pero detrás de la figura del locutor aparecen unos dibujos que representan unos tanques con el Kremlin al fondo. No cabe duda. En Moscú se lucha en las calles. ¿Qué es lo que ha sucedido, se ha acabado brusca y violentamente la "Perestroika"? Si es asi, si el ejército -como era previsible- se ha echado a la calle en un golpe de estado, ¿qué va a hacer a continuación?. ¿Será aquello la cerilla de un gran fuego?.
Llamo a Quim para que vea la televisión y ambos permanecemos un buen rato tratando de deducir algo de lo que va apareciendo en la pantalla, aunque de momento la emisora no dispone de imágenes, y de la información hablada apenas entresacamos algo.
Decidimos telefonear a España, ya que allí, en el camping, en donde no hay nadie -su propietario, que nos alquiló la cabaña, se ha ido a su casa, al otro lado de la carretera- no podemos averiguar nada.
Cenamos rápidamente y cogemos el coche para llegar hasta el pueblo. Pronto vemos una cabina telefónica y enseguida estamos hablando con mi mujer, en Canarias, a diez mil kilómetros de distancia, aunque es indudable que en aquel momento me conforta ya solo el oír su voz. Nos explica lo que ha pasado, la detención de Gorbachov en Crimea y el creciente liderazgo de Yeltsin al frente de la oposición popular al golpe.
Con el ánimo conturbado y haciendo mil y una especulaciones, Quim y yo volvemos al camping. Quim, como siempre, tiene sueño y se va a la cama. Yo, también como siempre, decido pasear un rato aprovechando la buena temperatura y, además, porque tengo ganas de meditar un poco.
El terreno en donde están las cabañas domina la carretera y tomo asiento en un banco de madera a ver las estrellas y las luces de los escasos coches que pasan. Por cierto, eso es, caigo en la cuenta de que pasan muy pocos coches. Me extraña, ya que ésta es la única carretera entre el norte y el sur del país, de un enorme país, por lo que acordándome del tráfico de las nuestras, sobre todo de las principales, me choca enormemente que a veces transcurran quince minutos sin que, por el tramo que alcanzo a divisar desde allí, pase algún vehículo.
Pienso en lo que sucede a relativamente poca distancia de donde nos encontramos, y que Noruega está en un área geográfica estratégicamente muy importante. De decidir un hipotético ataque contra la OTAN, quizás Noruega sea un objetivo de primer orden. ¡Y nosotros aquí!.
Me acuerdo mucho de los míos, de mi mujer, de mis hijos, de mi madre. Quizás ahora, desde la perspectiva real de lo que pasó, sea un poco tremendista el pensar como yo lo hacía aquella noche, pero lo cierto es que en aquella soledad, sin saber a ciencia cierta lo que sucedía, ni mucho menos lo que podía suceder en los próximos días e incluso en las próximas horas, sentía una enorme tristeza por estar lejos de los míos. Quizás yo exageraba un poco nuestra situación desde un punto de vista racional, pero mi imaginación volaba y yo no la podía frenar, y pensaba que sería bien triste que nos sorprendiese allí una guerra, y me viese separado de mi familia. Quizás me encontraba un poco deprimido, pero todo aquello podía suceder, y de todos modos era lo que se me venía a la cabeza en aquellos momentos.
Contemplaba las sombras de la silenciosa carretera, fugazmente rotas por las luces de algún coche, de vez en cuando. Se me ocurría pensar, ¿a dónde irá ese conductor? ¿Estará huyendo a alguna parte...?
Como veía que darle más vueltas al asunto no me resolvería nada y empezaba a tener sueño, y confiando en que mis temores fueran infundados, me levanté y caminé despacio por la húmeda hierba hasta la entrada de la cabaña, me metí en la cama y me dormí profundamente.
Nos levantamos, a la mañana siguiente, un poco más optimistas. Hacía sol y el mundo seguía allí. Sin embargo, justo cuando estábamos recogiendo, comenzó a pasar por la carretera un convoy de unos veinte camiones del ejército noruego. A esa hora de la mañana ya veíamos las cosas con algo de más optimismo por lo que, después de sentir un ligero escalofrío de inconsciente inquietud por aquel despliegue militar, pasamos a reírnos de nuestros propios temores. Pero lo cierto es que nos picó la curiosidad, por lo que a los pocos minutos estábamos de nuevo en la carretera, tratando de alcanzar a los camiones, que también iban en dirección sur, por ver si averiguábamos hacia dónde se dirigían.
Al poco rato alcanzamos el convoy. Comprobamos que los camiones iban totalmente vacíos, por lo que decidimos adelantarlos y continuar nuestro camino. En la próxima ciudad compraríamos la prensa inglesa para tratar de enterarnos de cómo iban las cosas por Rusia.
Así que, a media mañana, entramos en Trondheim.
Una calle de Trondheim, animada por innumerables puestos callejeros. Hermosa, alegre e interesante ciudad noruega. |
El buen tiempo veraniego hace que los noruegos se echen a la calle a disfrutar del sol y del aire libre, que tanto ama la gente del norte.
Una preciosa y típica casa de madera en Trondheim |
A partir de aquí dejamos definitivamente la ruta de la costa. La carretera que nos llevará a Oslo se interna por el interior, ascendiendo a una zona montañosa por la que atraviesa, hasta descender posteriormente a otra ciudad que se ha hecho famosa últimamente en el mundo entero, por ser la organizadora de los Juegos Olímpicos de Invierno de 1994: Lillehammer.
Efectivamente, cuando atravesamos toda esta área, a pesar de que aún faltan más de dos años para el evento, ya se ven multitud de aspectos propagandísticos relacionados con la Olimpiada.
Es una zona preciosa, aunque me recuerda más a la típica ciudad austríaca o suiza, por su ambiente de esquí, incluso por su paisaje. Allí las pistas están muy cerca de los núcleos urbanos y a poca altura, ya que estos noruegos, en época invernal, deben de tener nieve hasta en el pasillo de sus casas.
La carretera pasa muy cerca del final de numerosas pistas, que reconocemos por las instalaciones de telesquís o de telesillas, y que ahora no son más que un ancho pasillo de hierba en las laderas más inclinadas de las colinas.
También observamos los sistemas de iluminación que permiten esquiar con la escasa o ninguna luz que hay en invierno que, por estas latitudes, es gran parte del día.
Ya rodamos por una ancha carretera, incluso con algunos tramos de autovía, los primeros que vemos desde hace diez días, en medio de un denso tráfico. Estamos ya muy cerca de Oslo, la otra gran capital escandinava.
Que tal Carlos,
ResponderEliminarMe estaba imaginando este episodio y la gran incertidumbre y preocupación que os debió causar. No cabe duda que un suceso de esa magnitud que te pille tan lejos de casa es para echarse a temblar, yo desde luego que estaria de los nervios....jeje
Esperemos que todos estos sucesos internacionales a los que estamos asistiendo no desemboquen en algo mas gordo.
Un saludo!
Parece un poco exagerado nuestro temor, pero en aquel momento en el que la URSS estaba en disolución, cabía esperar cualquier reacción por parte del Ejército Rojo. Y acababan de perder la Alemania Oriental. Era demsiado para su paciencia. Por otra parte, la costa Noruega, en invierno totalmente libre de hielos, probablemente era muy apetecida por la flota soviética, ya que sus submarinos estaban a pocas horas, en cualquier época del año, de la costa americana. Y al ser de la OTAN, ya tenían la excusa para una invasión difíclmente evitable por la situación geográfica de Moruega.
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