Esta tarde tocó enfrentarse a las olas de O Vilar. Aunque era marea alta, el oleaje era de un metro y traía fuerza.
Cuando entré al agua (3,00 p.m.), un grupo de franceses surfeaba disfrutando un montón. Como los gabachos tienen presupuesto, disponían de un dron -manejado desde tierra por un colega- que parecía sacado de un cuartel de la CIA. Ocho motores atronando sobre mi cabeza (a dos metros, ¡joder que ruido hacía!) con lucecitas rojas añadidas, se encargaban de sostener una cámara que les grabó toda la sesión, incluída alguna ola mía (era el único local en aquel momento).
Al salir del agua, en la arena, vi una curiosa piedra, de esas que te dan ganas de llevártela para casa. Pero me conformé con sacarle una foto. Era como si alguien hubiese perdido una quilla en la playa y, con el tiempo, se hubiese transformado en piedra. ¿Verdad que lo parece? Bueno, a mí sí, por lo menos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario