LA TUNDRA
Los renos no se preocupan demasiado por los escasos vehículos que circulan por aquí. Lo que está haciendo éste que vemos, puede hacer lo mismo también a la salida de una curva, por ejemplo. |
El amanecer es frío, húmedo, está nublado y no muy acogedor. Si sale el sol, estas tierras se transforman en un amable paisaje, pero cuando el clima se tuerce, aún en verano, parecería que estamos en nuestro invierno, o aún peor. La temperatura puede acercarse a los cero grados a estas horas de la mañana. Recogemos y nos ponemos de nuevo en ruta.
A
poco de comenzar a rodar, tenemos nuestra primera sorpresa del día;
a lo lejos, a unos cientos de metros, se nos cruza un hermoso animal
astado que atraviesa majestuosamente la cinta de asfalto. Es un reno.
Poco
a poco nos vamos cruzando cada vez con más animales de estos,
aislados o en grupo. Como a veces los encontramos al salir de curvas
o de cambios de rasante, se impone moderar la velocidad ya que un
choque con ellos podría ser muy peligroso. La carretera es recta y
el tráfico brilla por su ausencia, pero no nos atrevemos a pasar de
los ochenta o noventa kilómetros por hora, ya que incluso en las
rectas no hay que descartar que varios renos se pongan a atravesar
sin preocuparse de qué es lo que viene hacia ellos. Es un bicho
tranquilo, no demasiado asustadizo, que permite un cierto
acercamiento, algunos hasta el punto de casi tocarlos, a lo que sin embargo tampoco nos atrevemos ya que no sabemos nada de sus reacciones, y sus
cornamentas imponen un gran respeto.
A
media mañana llegamos a uno de los centros turísticos más
importantes de Laponia, Ivalo, a orillas del lago Inari.
Foto Guild Travel |
Nos
detenemos, ya que aquí hay cosas curiosas que ver, aunque no nos
atraen tanto las dedicadas a los turistas como las referentes a cómo
es la vida de esta gente. Observamos, por ejemplo, que hoy parece ser
el primer día de clase en los colegios. Lo mismo que en cualquier
parte del mundo, la chiquillería sale de un edificio con indudable
aspecto de colegio,
gritando, jugando y riendo... La diferencia es que aquí estamos a
mediados de agosto y todos van vestidos con estupendos anoraks de
llamativos colores, y que los ojos de estos niños son bastante
rasgados. Vemos como a algunos los vienen a recoger sus padres en el
coche familiar...
Pienso,
en ese momento, que hay actitudes del ser humano que se repiten en
cualquier geografía, por muy diferente que ésta pueda ser.
Hoy
conduce Quim, por lo que yo vengo estudiando el plano de carreteras.
Una idea me surge en la mente, y decido indagar las posibilidades de
llevarla a cabo. Observo en el mapa que la población en donde
estamos ahora dista tan solo 46 Km. de la frontera con la Unión
Soviética. ¿Qué pasaría si vamos hasta allí e intentamos entrar?
En el mapa se ve que al otro lado de la frontera se abre un país aún
mas desolado que por el que viajamos ahora. La falta de carreteras y
de poblaciones es bien notorio, según se ve en el trazado del plano.
Lagos y bosques parecen ser las únicas cosas que descubrir al otro
lado de esa trascendental línea divisoria.
La ruta seguida va desde el golfo de Botnia hacia el norte, hasta el lago Inari, en dónde giramos hacia el NO para entrar en Noruega. |
Nos
dirigimos a una oficina de turismo y le
hacemos la
misma pregunta a una funcionaria. Ésta, muy amablemente, nos quita la
idea
de la
cabeza. Para pasar a la URSS hay que solicitar previamente un visado
especial que, por otra parte, no podríamos obtenerlo
en Ivalo. Incluso, las autoridades soviéticas exigen llevar un plan
de viaje a través de una Agencia.
Desilusionados,
descartamos la idea. Además, unos días después, nos recorrerá un
escalofrío por la espalda al conocer los inesperados e imprevisibles
acontecimientos que van a suceder, pensando en que nosotros
hubiéramos podido estar dentro de la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas en el momento en el que, solo cuatro días
más tarde, se produce el golpe de Estado de Agosto de 1991, y los tanques salen a las calles...
Cambiamos
dinero para hacer alguna comprilla, aunque nos fijamos que las
compras realmente interesantes son caras. Productos de magnífica
artesanía, pieles, joyas, etc., son regalos atractivos que nos
gustaría llevar, pero exigen un fuerte desembolso que nosotros no
nos podemos permitir. Entramos en una ferretería en donde tienen
también artículos deportivos. Nos llama la atención que la caza y
la pesca parecen ser dos entretenimientos muy populares por aquí,
por el magnífico surtido que hay para el aficionado.
Al
cambiar dinero nos fijamos en las magníficas instalaciones de las
entidades bancarias, lo que para mí es un síntoma muy claro de la
buena salud de la economía de esta gente. Después de tomarnos un
café, retomamos una vez más nuestro camino.
Al
poco rato, Quim me llama la atención por un cartel que se ve al
borde de la carretera: en finlandés y en inglés anuncian el
alquiler de avionetas.
Dicen que éste es el vehículo más adecuado para ir a hacer la compra al "hiper" en estas tierras. |
La
afición de Quim a la aviación es muy fuerte como para resistir la
tentación de curiosear. Entramos por un camino de tierra que cien
metros más adelante termina en la orilla de un pequeño y hermoso
lago. Allí, justo al borde del agua, una cabaña y un desembarcadero
sirven como terminal aérea para una avioneta hidroavión de una
hélice, quizás una "Piper" -yo no entiendo mucho-, con
las alas por encima de la carlinga, pintada en blanco y rojo.
Fácilmente
se da uno cuenta de la importancia de estos aparatos en estas
inmensas soledades, donde las distancias a recorrer en cualquier
desplazamiento son enormes y donde, también, el grado de
civilización alcanzado por sus habitantes es lo suficientemente
importante como para justificar el uso de este medio de transporte.
En invierno puede ser, aparte de los trineos de perros, el único
procedimiento para moverse por las heladas e inhóspitas llanuras, ya
que prácticamente desaparecen las carreteras bajo varios metros de
nieve.
La
agradable -en aquel momento- temperatura nos invita a pasear un rato
por aquel sitio hasta que, de pronto, descubro un precioso y tremendo
animal astado bebiendo agua unos metros más allá de donde estamos
nosotros.
La
luz y el lugar son inmejorables para hacer unas fotos, así que
decido arriesgarme a ser corneado o, por lo menos, tener que tirarme
apresuradamente al agua. Camino muy despacio hacia el reno. Hago
primero un par de fotos con teleobjetivo de 250 mm., y como veo que
me puedo acercar más, lo cambio por el de 50 mm. Cuando estoy a solo
quince metros de distancia, me detengo, ya que el bicho ha levantado
la cabeza y se ha vuelto hacia mí, aunque su actitud no me parece
amenazadora. Venzo mis temores, me envalentono y continúo
acercándome. Al fin me dispongo a hacerle varias fotos. Pero debe
ser un reno muy civilizado, ya que
hubiera jurado que al verme la máquina de fotos se dispone a posar
pacientemente, primero poniendo su cabeza de lado, con lo que puedo
hacer una estupenda instantánea del perfil de sus cuernos, y después
le hago otras de frente, en la que me mira con cierto aire de ligera
paciencia, mezclada con cierta condescendencia hacia un ingenuo
turista como yo.
El
tiempo mejora esa tarde, mientras nuestro coche rueda hacia el
Noroeste, en dirección a la frontera noruega. Hay nubes y claros que
realzan más el paisaje que atravesamos. Surgen ya ligeras colinas en
medio de la llanura (recuérdese que desde los Pirineos no hemos
visto un desnivel de más de cien metros de elevación). La
vegetación ha disminuido muchísimo, haciéndose más raquítica;
arbustos, pequeños árboles de uno a dos metros tan solo de altura,
en resumen lo que se supone que debe ser la típica tundra siberiana,
cuyo borde estamos tocando geográficamente.
En
estas tierras la densidad de población es de solo 1 habitante por
Km. cuadrado, y eso contando con las zonas costeras, que levantan
bastante el promedio. Por donde vamos no se ven, durante kilómetros
y kilómetros, ni casas, ni pueblos, ni campos de cultivo, o signo
cualquiera de vida. Aquello está realmente vacío. Como mucho, unos
cuantos renos que pastan, a sus anchas, en algún sitio de estas
inmensidades que -nos damos cuenta- les pertenecen a ellos en
realidad.
La
carretera, no sé si porque está en reparaciones o porque es así,
se transforma en un agreste camino de tierra por el que nuestro Mitsu
va levantando una nube de polvo.
Al
cabo de unas horas de rodar hacia el sol -hacia el noroeste-, vemos
un cartel que dice "KARIGASNIEMI - GAREGASNJARGA". Poco después descubrimos que quiere indicarnos que estamos llegando a la frontera
con Noruega, cuya población limítrofe es Karigasniemi.
Sinceramente, no sé como no nos dimos cuenta al leer el cartel...
Cabaña Lapona. Foto Viaggiscoop |
Foto Mikello |
Que tal Carlos!
ResponderEliminarEstupendo, esta entrada estaba empezando a tomar un cariz de novela, me pregunto cuantas veces os preguntasteis eso de "que hubiera pasado si llegasemos a entrar en Rusia"... Uf!, ademas por aquellos años la cosa no pintaba como ahora, lo estaba leyendo y me estaba viniendo a la memoria Gorbachov.
En cuanto al asunto de los animales que puedan aparecer asi de repente, bueno aqui en Galicia de eso no andamos escasos la verdad, un amigo hace años se dio contra una vaca con un Citroen AX, salio vivo de milagro, pero desde luego que la presencia de esa cornamenta impone respeto.
Algo que ya te quise preguntar en otra ocasión pero se me olvido, ¿que te parece todo esto de los GPS? ¿No crees que los mapas tenian su encanto? Reconozco que estos nuevos cacharros son muy comodos para cuando llegas a una ciudad y te deja en la dirección que buscas, ademas para alguien como yo que se pierde con facilidad no veas la vida que me dan, pero sigo pensando que el mapa con sus dobleces y sus marcas de rotulador esta muy bien.
Un saludo y hasta la proxima!
Después nos pasó alguna cosa inquietante, con respecto a lo que estaba pasando en Rusia. Ya la leerás, capítulos más adelante.
EliminarLo de los animales, por aquella época todavía no era muy preocupante en Galicia. Ahora, es una pasada el cuidado. Supongo que te habr´s fijado como Tráfico ha sembrado de carteles las carreteras gallegas, incluidas las autopistas, en los que avisan de animales sueltos, Y esto ha sido desde hace unos meses.
En cuanto a los GPS, hombre, desde luego son una ventaja en algunas ocasiones, sobre todo en ciudad o en rutas secundarias enrevesadas, aunque algunas veces se convierten en el aparato tonto que no piensa, que es lo que son al fin y al cabo. Lo de los mapas tiene su encanto y, de hecho, yo funciono así todavía. Es más, practico algo de senderismo y me oriento muy bien, sin planos, simplemente por la dirección del sol. Y, curiosamente, hace unas semanas mi mujer y yo nos perdimos y se nos hizo de noche sin saber en dónde estábamos, ¡porque estaba nublado y no sabía exactamente dónde estaba el oeste!
Un abrazo
Vaya, pues eso de perderse asi es algo serio. Supongo que debe de ser una sensación muy gratificante saber orientarse sin aparatos ningunos. Por cierto, hablando de los GPS, hace años en un viaje por Asturias me dejo un amigo uno pero sin actualizar, nos perdimos pero gracias a eso descubrimos un paraje bellisimo. Hace tiempo que quiero hacerte una consulta sobre un tema de natació, pero tampoco quiero abusar...jeje En otro momento, un abrazo y que tengais un buen finde Carlos, ciao!
EliminarNo hay mal que por bien no venga, dice el refrán, ya ves que, a veces por lo menos, es verdad.
EliminarY esa consulta, cuando quieras.
Igualmente buen finde