Nunca había visto las Islas Gabeiras totalmente rodeadas de espuma |
En los últimos inviernos no ha habido
demasiados temporales intensos, pero recuerdo el último temporal
fuerte. Creo que fue en el 2010. Lo pude observar desde la punta
Frouxeira, al mediodía, y luego desde la playa de los Botes, viendo
casi desde el nivel del mar como olas gigantescas, de más de diez
metros, entraban en la ensenada de Meirás. Aun guardo fotos de
aquella ocasión. Y, por cierto, a este temporal casi nadie le prestó
atención.
Pero esta vez los medios de
comunicación, las redes sociales y los avisos de alerta de los
servicios meteorológicos crearon una gran expectación con la
llegada de “Hércules”. Y me temo que quizás no haya sido lo más
conveniente.
¿No es llamativo el hecho de que se
produzcan estos fenómenos meteorológicos tan extremos? Porque este
temporal, que coincide en el tiempo con una ola de frío anómala en
Estados Unidos, resulta inquietante, cuando menos.
En USA la causa ha sido el insólito
desplazamiento, hacia latitudes inferiores, del llamado “vórtice
polar”, un centro de bajas presiones que permanece estacionario
sobre el polo; pero que se ha movido de su posición habitual y ha
creado el caos en América del Norte, con bajísimas e inusuales
temperaturas. Y, al mismo tiempo, este temporal que azotó nuestras
costas que, insisto, no mostraba alturas de ola fuera de normal (12
metros) para lo que solemos experimentar en estos casos, y que sin
embargo mucha gente ha coincidido en atribuirle una característica
que yo también noté cuando fui a contemplarlo: una fuerza fuera de
lo común en comparación con lo que se recordaba de otros temporales
similares. Un efecto -podríamos llamarlo- “tsunami”. La ola
llega y penetra en tierra sin detenerse, con un ímpetu sorprendente,
como si la masa de agua fuera desproporcionadamente superior a su
altura visible. Al fin y al cabo, eso es lo que sucede con las olas
generadas por terremotos o desprendimientos gigantescos: la altura no
tiene nada que ver con la fuerza y la masa líquida con la que invade
tierra firme, y que le permite adentrarse en ella kilómetros,
generando la destrucción y la muerte de quienes no han tenido tiempo
de escapar. Precisamente ha corrido por las redes un video de una ola
en la foz del Douro, en Oporto, en el que entra en las calles de una
forma que recuerda totalmente a un tsunami. Y también el de otra ola
que invade el Santuario de A Barca, en Muxia, rodeando la Iglesia
totalmente. La fuerza de esas olas parecía incontenible.
San Xurxo. Tampoco había visto nunca que toda la bahía fuera una enorme rompiente. |
Por otra parte no es sorprendente que,
a pesar de las medias de altura de oleaje que se han señalado, pueda
venir una ola muy por encima de esos tamaños. No sería extraño que
alguna de las olas que golpearon nuestra costa el día de Reyes, haya
sobrepasado ampliamente los 15 metros.
Yo he conocido grandes temporales en
Galicia, aunque muchas veces no pude ser testigo directo porque
llegaban sin avisar y los servicios de meteorología no funcionaban
como ahora. Como uno descomunal que sitúo en 1965, que destruyó el
antiguo muelle de Malpica y dio origen a la construcción de un
puerto nuevo mucho más protegido. O los que, con frecuencia,
azotaban el Orzán y que nos servían de aviso para salir disparados
para Santa Cristina a coger olas. Me acuerdo de detalles, como el de
que un coche que circulaba por la antigua avenida del Orzán una ola
lo giró 180 grados, o también otro en el que una ola, después de
elevar una piedra de más de diez kilos de peso desde la playa, la
depositó en pleno paseo a una altura de seis o siete metros; los
surfistas que mirábamos el mar la devolvimos rápidamente a la
playa, aunque nos costó levantarla de la calzada. Los temporales de
esta playa eran míticos, formaban parte de nuestras vivencias
juveniles. Un deporte muy corriente era el de “torear” las olas,
o sea, escapar en el último instante antes de que te cayese encima
todo el roción de agua. Lo hacíamos en la trasera del Instituto
Masculino, a la altura de la Plaza de Pontevedra, dónde más fuerte
era el oleaje. Y también en la rotonda de las Esclavas. Ahora, o la
gente es más osada o más torpe, el caso es que tienen que cerrar el
paso a estos sitios para evitar que se la lleve el mar. Y recuerdo a
mi padre contarme que, cuando los edificios no eran casi obstáculo,
el agua de las olas que golpeaban en el rompeolas de la playa del
Orzán y saltaban a la calzada, corría por la plaza de Pontevedra y
la calle de Juana de Vega hasta llegar al puerto (no existían los
jardines y la orilla del mar estaba más cerca) por la ligera
pendiente de esa calle. No olvidemos que esa zona era primitivamente
un simple istmo arenoso.
Volviendo a nuestra playa de Doniños,
Jesús Busto nos recordaba el otro día en el facebook, en las
primeras horas del temporal, que en uno de hace años las olas habían
destruido el puente de madera que une la bajada central de la playa
con las dunas, sobre el río por el que desagua la laguna. Decía
Jesús que esta vez, quizás porque se había reconstruido más
fuerte, el puente estaba resistiendo. Pero horas después subió la
marea, las olas acometieron con furia, y otra vez nos hemos quedado
sin puente.
El día del temporal quise ver, lo
primero, como experimentaba el puerto exterior el temporal, y la
verdad es que no se notaban apenas las olas que, apenas a unos
metros, más allá del espigón, rompían con tremenda fuerza. Un
carguero con contenedores que debía tener mucha urgencia en llegar a
su destino se atrevió a salir de la ría de Sada y fuimos testigos
de sus pantocazos, en los que hundía la proa en el agua totalmente.
Cerca de allí, en la ría de Ares, un surfista de Cobas surfeaba una
ola de seis o siete metros, que se formaba en los bajos de las Islas
Mirandas.
Pero llegó la marea alta, en un día
en el que además éstas eran vivas, y sobrevino la tragedia en A
Frouxeira: tres personas desaparecen barridas por las olas. Porque es
difícil imaginar, cuando estás a quince ó veinte metros de altura sobre
el mar, que lo que parece solo un roción de espuma puede ser una
trampa mortal, una masa de agua que ha saltado por el aire con un
empuje tan poderoso como para arrastrarte sin remedio, en su
retroceso, hasta el mar. También me impactó el vídeo
de una pareja en Biarritz, en el que se ve como son engullidos por
una ola y de pronto aparecen flotando en el agua. Suceso en el que,
por cierto, intervino valientemente un surfista que logró rescatar
al hombre aunque no a la chica, que desapareció.
En A Frouxeira las olas querían
subirse a tierra, y arrastraban a su paso todo lo que se encontraban.
Por desgracia, un grupo de personas confiadamente se pusieron en
peligro sin conocer que, cada cierto tiempo, alguna ola es mucho más
grande que las demás y te puede coger desprevenido. Es un accidente
típico de aquellos que se acercan demasiado al mar, para hacer
fotos, pescar, o para ver y sentir de cerca el ímpetu del oleaje. A
muchos pescadores, a pesar de ser conocedores del mar, les ha
sucedido esto con un trágico resultado. En este caso se produjo un
fenómeno que yo recuerdo de mis épocas de “toreador de olas”.
Cuando llegó la que pudo ser la mayor ola de la tarde, otra que la
precedía rebotó en el acantilado y se enfrentó a la gigante, lo
que produjo que su cresta se elevase desmesuradamente antes de
golpear contra la pared de roca, con una fuerza increíble e
inesperada. Esto es lo que relata uno de los testigos directos.
Una de las mayores causas de muerte
accidental en nuestras costas es, sin duda, la de caídas al mar por
el oleaje, de pescadores o paseantes que se acercan demasiado
atraídos por el espectáculo del mar. La pesca deportiva en los
acantilados, siento decirlo, es un deporte de riesgo.
Cuando paso por la costa de San Xurxo
a veces me detengo en dónde está la cruz que recuerda una de estas
tragedias -de las muchas que se pueden recordar- que más nos
conmovió, la de un niño al que arrastró una ola, y cuando su
padre, desesperado, se lanzó a salvarlo, desaparecieron ambos bajo
las aguas la tarde del día de nochebuena del año 2000.
Desde este blog quiero hacer patente
que intento imaginar el tremendo dolor que tiene que estar sintiendo
y viviendo esta familia. Mis condolencias más sinceras para ellos.
Nótese la diiferencia con la imagen de la foto anterior, veinticuatro horas después, cuando ya había pasado lo más fuerte del temporal.. |
Esta plancha y otra que está veinte metros más adelante, fueron arrancadas de la pasarela que se ve al fondo. |
La imagen desoladora que presentaba el puente al día siguiente. |
Este trozo es el que llegó más lejos. La foto está sacada desde otro puente que, afortunadamente, no fue destruido. |
Esta cruz rememora otra tragedia. Pero si se colocase una cruz por cada desaparecido en el mar, tanto desde tierra como en naufragios, toda la costa estaría llena de cruces. |
Hola Carlos!
ResponderEliminarOjala tengamos presente la proxima vez que nos acerquemos al mar en dias similares todo esto que ha ocurrido. No se, me estaba acordando -quizas no tenga mucho que ver...- de como se situan a veces algunas personas en los rallyes, practicamente pasa el coche rozando en las curvas, luego a la minima salida pasa lo que pasa...
De mi corta memoria y de los 23 años que llevo trabajando de noche en la calle recuerdo algunos temporales, sin ir mas lejos el del pasado 23 de diciembre nos tuvo toda la noche peleando con contenedores tirados y demas, aqui en Vigo la ciudad era un caos.
No me habia parado a considerar lo de las cruces, pues igual no era mala idea, ya sabes que las personas a veces funcionamos por ese tipo de mecanismos, hasta que no vemos el peligro y sus consecuencias no actuamos como debemos.
Por supuesto, mi mas sentido pesame y todo nuestro animo para las familias.
Un saludo!
Nos parece que a nosotros no nos puede pasar nada, nos sentimos llenos de vida, y el mundo que nos rodea nos ha hecho creer que somos poco menos que inmortales. A los mandos de un coche, fumando todos los dias un paquete de tabaco o...al borde un acantilado.
EliminarUn saludo
Buen reportaje, Carlos, como sabes en Reyes estaba en Patos y nuestra memoria visual tampoco recuerda nada igual a lo de ese día. Hemos visto muchas y enormes marejadas...pero nunca de las características de esta... a ver que nos cuenta Tony Butt.
ResponderEliminarY nos explica porqué hay este año tan mal tiempo y tantos temporales.
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