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19 de agosto de 2013

Pétalos en el mar para Juan


Esta mañana, cuando caminaba por la orilla buscando algún pico para coger unas olas, me di cuenta de que, en la línea que marca la marea en la arena, había pétalos de flores que sin duda habían llegado con el oleaje.
Pero no era un milagro, ni esas flores se dan el mar, sino que ayer rendimos un homenaje floral, el definitivo, sobre las olas, a un veterano surfer que se ha ido “na corrente da punta, a deitar no pozo do castro”, tal como nos dejo anotado para que nos lo contaran cuando él ya estuviese descansando allí. Y los pétalos que arrojamos al agua decidieron quedarse en Doniños, tal como también quiso hacer Juan, y volvieron navegando hasta la playa.


Hace tiempo escribí un pequeño texto que era mi particular homenaje a un amigo que me dio, sin proponérselo, unas cuantas lecciones que estoy intentando, cada día, poner en práctica. Siempre recordaré la más importante, la que me decía con frecuencia, como si quisiera estar absolutamente seguro de que había captado su mensaje. “¡Qué bello es vivir!”, exclamaba con entusiasmo, “cada mañana que nos despertamos es un nuevo día que se nos regala, y hay que aprovecharlo”. A lo largo de los casi cuarenta años que lo conocí me lo dijo muchas veces. Y nunca me pareció que se repitiese.
                                               

Este es el texto que le dediqué cuando todavía llorábamos su marcha, estos son mis particulares pétalos que lanzo a navegar por este océano intangible que es la red:

Juan, te has perdido entre las brumas y ya no te diviso en la lejanía. Me han dicho que te has ido a “deitar ó pozo do Castro”, y yo me temo que sea ya para siempre. ¿Por qué nos dejaste sin avisarnos, a tus amigos?
            Porque yo bajaba una y otra vez por la carretera mojada, con el asfalto brillante, mientras la fina lluvia caía eternamente, para charlar contigo. Y no me cansaba de hacerlo porque tú me contabas viejas historias y yo, como un niño, con los ojos bien abiertos, te escuchaba y soñaba
            Ahora estarás con los hombres del Castro, para que ellos te cuenten sus intrépidas historias de caza en los tojales amarillos, en los pinares sombríos, en los bosques profundos.
            Pero, ¿es cierto que ya no querrás ver las olas de Penencia, como cada mañana…? Aunque es verdad que ya hacía tiempo que faltabas de la casita blanca, de ventanas azules.
            Me han dicho que te han visto caminar por la arena mojada, pero no veo tus huellas. Aunque ahora vas a vivir en mil playas, todas distintas y hermosas como nunca viste, con mil horizontes en los que se hundirá, cada tarde, un sol rojizo que no te cansarás de contemplar, como contemplabais las estrellas, ella y tú, tantos y tantos anocheceres, junto a la fuente.
            Y estoy seguro de que, cada amanecer, cabalgarás con “La Gaviota” aquellas olas que se ven romper a lo lejos, muy lejos, y que nadie es capaz de alcanzar. Y todos te respetarán a tu paso y te cederán la ola, admirando tu estilo.
           


Fotos de C. Bremón


4 comentarios:

  1. Bonitas y sentidas palabras, estoy seguro de que le habrian gustado.
    Un abrazo Carlos.

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  2. Aunque lo recuerdo vagamente, era pequeña cuando descubrimos Doniños (Outeiro) y nos enseñaba las corrientes, donde podíamos bañarnos. Nos enseñó a descubrir lo maravilloso de esta playa, aquella playa que todos veían peligrosa y nosotros disfrutábamos de ella. Recuerdo a mis hermanos y otros componentes del Club Marina tomar olas, sin nada, cuando el surf era algo todavía lejano para nuestros bolsillos, y aquellos pioneros, entre los que tú, Carlos, y como no, Abeledo y os observábamos desde la arena con los ojos abiertos.
    que razón tenía, ¡Que bello es vivir! y poder tener estos recuerdos. pero también que bello es dejar un recuerdo entre las personas que te conocieron y en el mar que tanto has respetado y cuidado.

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  3. Ha sido un pionero. El disfrutó muchos años de Doniños en solitario, porque la gente le tenía miedo al mar y a las olas.
    Hoy mismo, sin embargo, yo he estado en esa playa y había miles de personas en la arena y cientos jugando con las olas de la orilla, sin contar con las decenas de surfistas que, también, las surfeaban. No sé si será bueno o malo, pero Juan ha tenido mucho que ver en ese aprecio que hoy tiene la gente por Doniños.

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