Esta
mañana, cuando caminaba por la orilla buscando algún pico para coger unas olas,
me di cuenta de que, en la línea que marca la marea en la arena, había pétalos
de flores que sin duda habían llegado con el oleaje.
Pero no
era un milagro, ni esas flores se dan el mar, sino que ayer rendimos un
homenaje floral, el definitivo, sobre las olas, a un veterano surfer que se ha
ido “na corrente da punta, a deitar no pozo do castro”, tal como nos dejo
anotado para que nos lo contaran cuando él ya estuviese descansando allí. Y los
pétalos que arrojamos al agua decidieron quedarse en Doniños, tal como también quiso
hacer Juan, y volvieron navegando hasta la playa.
Hace
tiempo escribí un pequeño texto que era mi particular homenaje a un amigo que
me dio, sin proponérselo, unas cuantas lecciones que estoy intentando, cada
día, poner en práctica. Siempre recordaré la más importante, la que me decía
con frecuencia, como si quisiera estar absolutamente seguro de que había
captado su mensaje. “¡Qué bello es vivir!”, exclamaba con entusiasmo, “cada
mañana que nos despertamos es un nuevo día que se nos regala, y hay que
aprovecharlo”. A lo largo de los casi cuarenta años que lo conocí me lo dijo
muchas veces. Y nunca me pareció que se repitiese.
Este es
el texto que le dediqué cuando todavía llorábamos su marcha, estos son mis
particulares pétalos que lanzo a navegar por este océano intangible que es la
red:
Juan,
te has perdido entre las brumas y ya no te diviso en la lejanía. Me han dicho
que te has ido a “deitar ó pozo do Castro”, y yo me temo que sea ya para
siempre. ¿Por qué nos dejaste sin avisarnos, a tus amigos?
Porque
yo bajaba una y otra vez por la carretera mojada, con el asfalto brillante,
mientras la fina lluvia caía eternamente, para charlar contigo. Y no me cansaba
de hacerlo porque tú me contabas viejas historias y yo, como un niño, con los
ojos bien abiertos, te escuchaba y soñaba
Ahora estarás con los hombres del
Castro, para que ellos te cuenten sus intrépidas historias de caza en los
tojales amarillos, en los pinares sombríos, en los bosques profundos.
Pero, ¿es cierto que ya no querrás
ver las olas de Penencia, como cada mañana…? Aunque es verdad que ya hacía
tiempo que faltabas de la casita blanca, de ventanas azules.
Me han dicho que te han visto
caminar por la arena mojada, pero no veo tus huellas. Aunque ahora vas a vivir
en mil playas, todas distintas y hermosas como nunca viste, con mil horizontes
en los que se hundirá, cada tarde, un sol rojizo que no te cansarás de
contemplar, como contemplabais las estrellas, ella y tú, tantos y tantos
anocheceres, junto a la fuente.
Y estoy seguro de que, cada
amanecer, cabalgarás con “La
Gaviota ” aquellas olas que se ven romper a lo lejos, muy
lejos, y que nadie es capaz de alcanzar. Y todos te respetarán a tu paso y te
cederán la ola, admirando tu estilo.
Bonitas y sentidas palabras, estoy seguro de que le habrian gustado.
ResponderEliminarUn abrazo Carlos.
Espero que sí. Igualmente Fran y gracias.
EliminarAunque lo recuerdo vagamente, era pequeña cuando descubrimos Doniños (Outeiro) y nos enseñaba las corrientes, donde podíamos bañarnos. Nos enseñó a descubrir lo maravilloso de esta playa, aquella playa que todos veían peligrosa y nosotros disfrutábamos de ella. Recuerdo a mis hermanos y otros componentes del Club Marina tomar olas, sin nada, cuando el surf era algo todavía lejano para nuestros bolsillos, y aquellos pioneros, entre los que tú, Carlos, y como no, Abeledo y os observábamos desde la arena con los ojos abiertos.
ResponderEliminarque razón tenía, ¡Que bello es vivir! y poder tener estos recuerdos. pero también que bello es dejar un recuerdo entre las personas que te conocieron y en el mar que tanto has respetado y cuidado.
Ha sido un pionero. El disfrutó muchos años de Doniños en solitario, porque la gente le tenía miedo al mar y a las olas.
ResponderEliminarHoy mismo, sin embargo, yo he estado en esa playa y había miles de personas en la arena y cientos jugando con las olas de la orilla, sin contar con las decenas de surfistas que, también, las surfeaban. No sé si será bueno o malo, pero Juan ha tenido mucho que ver en ese aprecio que hoy tiene la gente por Doniños.