|
Playa de Ponzos |
Es un día de poco mar y viento sur. Dejo atrás un Doniños revuelto, y un kilómetro más hacia el norte llego a San Xurxo. Allí, apenas se ven unas ondas que recorren el spot, sin romper, hasta que se acercan a la orilla. Y en ellas, en solitario, Vicente se curra las orilleras, más para ponerse en forma después del invierno que llevamos, que para salir del agua ebrio de correr magníficas olas. Hoy, de eso, nada. Pero es el único ser humano en ochocientos metros de playa.
Me tienta acompañarlo, pero me siento algo más ambicioso y me voy a Ponzos, siete kilómetros más allá.
Esta playa está también solitaria, rompe alguna ola, el viento es off shore y el sol sale a ratos. Me apetece un baño y me voy al agua. Veo salir de ella un grupo de tres surfers, porque la marea ya ha comenzado a subir y ha dejado de romper atrás. Me tendré que conformar con orilleras, aunque escapando de los voluminosos cantos rodados de los que la orilla está sembrada. La falta de arena es notoria, ya no solo en la playa seca.
|
La primavera ha llegado, ¡POR FIN! |
Los habituales senderos de bajada por las dunas han desaparecido y tengo que deslizarme por una vertical pendiente de arena. Para entrar al agua recorro un centenar de metros buscando una zona más libre de las rocas y piedras que los temporales han hecho aparecer.
|
Es posible que gracias a este sedimento negro se hayan conservado los restos de madera. Y, evidentemente, ha sido el elemento de sujección. |
Y, entonces, surge la inesperada y misteriosa visión. A medio camino entre la orilla y el borde dunar veo primero unas raras y extensas manchas negras. Pero no es arena. Cuando me acerco, la sorpresa es mayúscula (la primera sorpresa). Sobre unas capas de una extraña tierra negra endurecida, como si estuviese en un lento proceso geológico para convertirse en roca a través de los milenios, surgen unos troncos de árbol perfectamente visibles. La primera impresión es la de unos restos de madera de los que suelen llegar por el mar hasta la playa. Pero estos no, estos no llegaron hace pocos días. Estos están incrustados en la dura materia negra que casi los envuelve, como protegiéndolos. Realmente nacieron y murieron allí, hace 5.600 años, según datación por carbono 14 que se hizo cuando emergieron otra vez en 2009. Son troncos de un bosque primitivo que rodeaba una laguna, posiblemente ubicada detrás de un cordón dunar, y cuando el océano terminaba decenas de metros más al noroeste. Hay que tener en cuenta que dichos árboles, tan próximos al mar no podrían crecer, ya que en esa playa tan abierta necesitarían para desarrollarse un mínimo de 500 ó incluso más metros de distancia de la orilla, porque la influencia directa del mar (vientos, salitre, etc.) es perjudicial para su crecimiento.
El primer testimonio sobre el bosque de Ponzos, de un testigo ocular, es de 1959. Luego, hasta 2009 no hay acreditada otra aparición de los restos de este bosque, cuando en el verano se comenzaron a ver, prácticamente solo observables en bajamares vivas, algunos troncos semienterrados en ese sedimento negro, que entre ola y ola se divisaban.
Pero esta vez estaban visibles totalmente, ya que la orilla en bajamar distaba de los más alejados entre 20 y 30 metros.
Las fotos describen mucho mejor que yo con mis frases todo lo que estoy contando. Ese día, después de fotografiar esta extraordinaria revelación de la playa, me voy al agua y disfruto de un baño solitario de casi una hora.
Dada la abundancia de fotos he preferido repartir esta entrada del blog en dos partes, por lo que solo
figuran hoy las sacadas en el primer día.
|
Es muy notable la singular variedad geológica que se puede ver en esta playa. |
|
Otra singularidad de Ponzos es la enorme variedad de piedras que ruedan por el arenal. |
|
Otro hallazgo sorprendente en uno de los extremos del arenal. |
|
Después de dos semanas de espera, el montón de basura recogida por voluntarios de Cobas el día de limpieza de playas, es definitivamente retirado de la playa. |
Me encanta la forma que tienes de redactar/contar las cosas ....
ResponderEliminarMuchas gracias por tu elogio. Cuando uno escribe siempre busca que los lectores disfruten con la lectura que les planteas. Trasladar a otras personas aquellos sentimientos, que has reflejado en tu escritura, es la mayor compensación a tu esfuerzo.
ResponderEliminarHola Carlos!
ResponderEliminarPues creo que todavia no salgo de mi asombro con lo que nos has contado. Siempre se agradece aprender cosas nuevas. Desde luego es increible la de cosas que tenemos bajo nuestros pies. Lo dicho, gracias por estas interesantisimas entradas.
Un saludo!
De eso se trataba, de sorprender como me pasó a mí y a los que esos días nos hemos pasado por la playa.
ResponderEliminarUn saludo, Fran, a ver cuando nos vemos de nuevo.
Que curioso
ResponderEliminarQue fantástico. Me encantaría verlo. A ver si este finde me acerco a Ponzos, ya me habían hablado del bosque milenario.
ResponderEliminarEsto es como una estrella fugaz, o estás mirando en ese momento para el cielo, o no la ves. Y aquí pasa algo parecido, creo (y espero, por su conservación) que la arena ya haya tapado estos restos. Por eso yo los fotografié tan deprisa, y, si me descuido, no me da tiempo. Pero cualquier día de temporal vuelven a reaparecer, como el Guadiana, ja, ja.
ResponderEliminar