Al mando de esta expedición, compuesta de tres navíos, el "Bona Esperanza", el "Bona Confidentia" y el "Edward Bonaventure" iba Sir Hugh Willoughby, que portaba una carta de Eduardo VI dirigida a "los reyes, príncipes y otros monarcas de los países del nordeste del mundo hasta la China", en la que se otorgaban poderes para establecer acuerdos comerciales.
El navío del grabado, el "Mary Rose", puede servir de ejemplo del tipo de barcos que los ingleses utilizaron en la exploración del Paso del Nordeste hacia China |
Los navíos, que partieron de Londres a mediados de mayo, iban equipados adecuadamente para la navegación ártica. La primera parte del viaje discurría por rutas bien conocidas de los ingleses, ya que éstos, desde la Edad Media, habían comerciado por estas costas llegando incluso hasta el Finnmark. LLegados a las Islas Lofoten, a 68 grados latitud norte, descansaron en la pequeña isla de Rost. Navegaron a continuación hacia la isla de Senja, situada un poco más al norte, en donde contrataron a un experto piloto que les habría de guiar hasta Vardo, puerto en el mar de Barents.
Durante la travesía se levantó una gran tempestad del Nordeste que, a pesar de los esfuerzos de las respectivas tripulaciones, terminó separando a los tres barcos. Sus capitanes habían quedado previamente de acuerdo en que, si se producía una separación por cualquier causa, el punto de reunión sería el citado puerto de Vardo. Sin embargo, únicamente arrivó a este sitio el "Edward Bonaventure", al mando del cual estaba Richard Cancellor.
Tanto el "Bona Esperanza" como el "Bona Confidencia" continuaron su viaje navegando en unas durísimas condiciones de mar, hasta el punto de que su situación real era poco menos que desconocida para sus respectivos capitanes. Al fin, tras catorce días de accidentada navegación, avistaron tierra, unas desoladas e inhóspitas montañas que se elevaban en medio de la furia de las olas y el viento.
Pero se trataba de las islas de Nueva Zembla, muy alejadas del continente y, por tanto, de la ruta a seguir, que debería haber sido a lo largo de la costa Noroeste y Norte de lo que hoy es Noruega. Habían navegado en dirección Este sin la referencia de la costa y pasaron de largo el punto de reunión convenido.
Retornaron en dirección Suroeste, esta vez con algo más de tino, lo que demuestra que conocían bastante bien a pesar de todo en dónde se encontraban realmente. Atravesaron el Mar de Barents, pero dejando a estribor su destino, Vardo. Por fin, entraron en un fiordo que resultó ser el del actual puerto militar ruso de Murmansk. Desembarcaron en una desolada costa en la que parece ser que trataron de pasar el invierno que, finalizado el verano, se les echaba encima. Los intentos de estos ingleses de contactar con los posibles habitantes de aquella región fueron infructuosos. El diario personal de Willoughby, encontrado más tarde, tiene sus últimas anotaciones a finales de septiembre, aunque debieron de sobrevivir hasta el mes de Enero, ya que también se halló el testamento del noble inglés fechado en este mes de 1554.
Sus restos fueron encontrados, meses más tarde, por pescadores rusos. En principio se creyó que su muerte había sido causada por el frío, aunque investigaciones más recientes indican la inhalación de monóxido de carbono como la causa verdadera del fallecimiento de las tripulaciones. En fin, es un misterio que posiblemente jamás se llegue a desentrañar. Cuarenta años más tarde, una expedición holandesa mandada por Willen Barents logró pasar un invierno en un lugar muy cerca de donde habían muerto los británicos.
Por su parte, el "Eduard Bonaventure" y su tripulación habían esperado en vano durante una semana la llegada de sus compañeros. En Vardo encontraron algunos escoceses que les advirtieron de los peligros de continuar su viaje hacia el Este, en una época tan avanzada del año. Pero Richard Cancellor continuó su navegación llegando al Mar Blanco, hasta Nenocksa, cerca de la desembocadura del río Dvina. No fue por casualidad que estos navegantes lograran llegar tan lejos, ya que Cancellor, comandante y Stephen Borough, capitán, eran extremadamente competentes en su trabajo, habiendo perfeccionado algunos instrumentos de navegación inventados por ellos precisamente en este viaje.
Pero quizás el personaje de aquella aventura que más nos importe aquí fue el de William Borough, hermano de Stephen, que con tan solo dieciséis años se alistó como simple marinero a bordo del "Edward Bonaventure". Con el transcurso del tiempo llegó a ser un extraordinario cartógrafo y un experto en el tema de la declinación magnética de la brújula, sosteniendo la teoría de que los mapas de aquella época, al no tener en cuenta esta declinación, no eran correctos y contenían graves errores, para demostrar lo cual él cita la Carta de Mercator.
Esta carta de la costa norte de Noruega fue dibujada por el navegante inglés William Borough, excelente cartógrafo. En él aparece por vez primera señalado el Cabo Norte (North Cape) |
Trabado contacto con subditos del Zar ruso Iván el Terrible, les ayudaron a prepararse para pasar en aquellas costas el invierno que ya comenzaba con toda su crudeza. No en vano recordemos que en esos años las condiciones invernales del hemisferio norte eran mucho más duras que en la actualidad, al atravesarse en ese siglo un período subglacial. Richard Cancellor con algunos miembros escogidos de su tripulación emprendieron un largo viaje en trineo hasta Moscú, para entrevistarse con el Zar ruso y materializar posibles acuerdos comerciales en nombre del monarca inglés que, por cierto, había fallecido durante la ausencia de los expedicionarios que, obviamente, no lo sabían.
El Zar ruso Iván el Terrible, cuyo apodo se debe a la increíble crueldad que demostró tener durante toda su vida. De él se relatan muchos hechos en los que su sadismo es difícilmente superable. |
Otra imagen de Iván el Terrible |
Al final del verano de 1554 el "Edward Bonaventure" retornó a Inglaterra.
Las interesantes experiencias vividas motivaron una nueva expedición que siguió el mismo camino al año siguiente. Sin embargo, a la vuelta de esta nueva aventura, una terrible tormenta envió al fondo del Mar del Norte a Cancellor, a su tripulación y su barco.
Dado que durante esta segunda expedición habían sido encontrados los dos buques -aunque con sus tripulantes muertos-, el "Bona Confidencia" y el "Bona Esperanza", unas nuevas tripulaciones enviadas desde Inglaterra se hicieron cargo de ellos. Pero también desaparecieron a lo largo de la costa Noruega en su viaje de retorno.
Que tal Carlos!
ResponderEliminarSiempre que leo cosas sobre estas historias me pregunto como debian de ser aquellas personas. Me refiero a todas las aventuras y riesgos que se asumian al embarcar, ya no me refiero a empresas de este calado, sino simplemente cualquier travesia por pequeña que fuera implicaba grandes peligros. Cuantas vidas se han cobrado los mapas.
Hasta la proxima!
Desde luego, Fran, es evidente que navegar por mares casi absolutamente desconocidos debía de ser solo para aventureros muy convencidos. Por ejemplo, lei que entonces se creía que los mares estaban poblados por criaturas gigantescas que podían tragarse los barcos enteros. Imagínate navegar con esos temores. ¿Y enfrentarse a unos temporales como los que tuvimos aquí, con aquellos barquitos...? ¿Y la vida a bordo, y la alimentación (el problema, por ejemplo, del escorbuto)? Verdaderamente unos héroes.
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