Estos días he visto en Facebook un
video de una nueva ola, en algún lugar de la costa gallega, que ha dado mucho
que hablar. Y esto me ha hecho recordar otra historia.
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Estamos en 1982. Ya hace dos años que
yo trabajo y vivo en Ferrol, y sigo surfeando con la tabla de Darryl.
En ese tiempo ya existía un buen
grupo de surferos en Ferrol. Poco a poco íbamos conociendo y controlando
algunas playas de nuestra comarca: Doniños, San Xurxo, Ponzos, Campelo, Valdoviño,
Pantín…y poco más.
Yo volvía a disfrutar de ese mágico
período en la vida de cualquier surfista que es la exploración de un nuevo
territorio, época que ya viví intensamente años atrás estando en Coruña.
Por eso, un domingo de otoño,
alguien (quizás yo mismo) propuso hacer un surf trip en el fin de semana.
El sábado, con un sol maravilloso,
vientos terrales y muchas ganas de coger olas, allá nos fuimos (creo recordar) Nano
Couto, Fernando Montalbo, Juan Chedas, Laly y yo. ¿A dónde? Eso forma parte del
misterio, porque aunque yo nunca me he callado las olas que descubría, reconozco
que ahora hay que ser prudente con estos
temas. Además de que a mí siempre me ha gustado compartir esos descubrimientos,
en aquellos tiempos ni nos imaginábamos los problemas que hoy se llegan a
producir con la aparición de nuevas olas, o la masificación en ciertos spots.
El caso es que nos fuimos hasta una
pequeña población costera en la que nos había llegado el rumor de que rompía
una estupenda ola, desconocida para nosotros. Pero al llegar nos encontramos
que ese día no entraba mar para que funcionase.
La noche la pasamos en un hotelito
junto a la playa, con hermosas vistas de toda aquella costa, desconocida
totalmente para nosotros.
A la mañana siguiente, al despertar,
abrimos las ventanas para ver el mar y, para sorpresa nuestra, éste había
subido durante la noche y las olas entraban por fin, pero ya el pico que
buscábamos, que se veía desde la ventana, estaba pasado de oleaje.
¿Qué hacer? Podríamos ir a recorrer
las playas, sugirió alguien. De pronto, otro de nosotros que contemplaba el
paisaje desde la ventana nos señaló que, allá lejos, a unos kilómetros, se veía
romper una larga ola sobre una punta de aquella desconocida costa.
Cogimos los coches y allá fuimos. Y después
de buscar un buen rato, por fin, dimos con la ola.
Era espectacular. Rompía aquel día
con un tamaño de dos a tres metros. Al llegar a aquella punta rocosa, estallaba
con toda su fuerza, pero luego se transformaba en una hermosa y noble izquierda
que, esquivando la punta, se abría a nuestra derecha haciendo un largo
recorrido. Incluso era fácil llegar a ella, ya que por las rocas del acantilado
lateral se podía descender y entrar al agua sin problemas. Después, remando para
abrirse unas decenas de metros, era sencillo pasar las olas que iban
entrando y llegar al pico.
Pero coger aquella ola delante de la
punta era muy difícil y peligroso –al menos, entonces así nos pareció-, ya que
un fallo nos podía poner sobre las rocas, pero lo bueno es que la ola se podía
coger en otro punto más avanzado de su recorrido, y surfear su larga izquierda.
Incluso se podían observar otras olas
que prometían calidad, rompiendo en unos bajos algo más alejados, aunque en esa ocasión el viento reinante las deshacía.
Aquel día nos lo pensamos un rato
pero las condiciones eran difíciles para nuestra experiencia, y más para unos
surfistas como nosotros, acostumbrados únicamente a olas de playa.
Desde entonces, durante
mucho tiempo, cada vez que pasaba por la carretera cercana miraba a ver si
rompía la izquierda. Lo cierto es que nunca volví a ver esa ola, ya que
aparte de que fueron muy raras las ocasiones en que me acerqué hasta aquella
punta, creo que necesita unas condiciones determinadas que no se dan con frecuencia. Y la
verdad es que tampoco me preocupé mucho del tema.
Me cuesta trabajo pensar que, en
todo este tiempo transcurrido desde aquel día, nadie haya surfeado esa izquierda. En aquel entonces y durante muchos años no hubo locales que pudieran
vigilarla constantemente. Pero hoy en día ya los hay y por eso me extraña que ese
spot siga virgen –que yo sepa- todavía. Aunque me cuesta creerlo, la verdad,
pero todo puede ser.
Un otoño de estos me tengo que pasar
por aquel sitio de nuevo, aunque creo que ya no me meteré a coger esa ola
misteriosa, y tan solo voy a conformarme con contemplar su larga pared
rompiente.
La ola, después de romper delante de la punta de rocas pronto la esquiva y continúa su recorrido. |
Tiene momentos impresionantes. |
La izquierda se torna más amable y fácil, relativamente. |
Sigue paralela a la costa. |
La entrada al agua no es difícil desde las rocas de la derecha de la foto. |
Algo más alejada vemos otra ola, aunque necesita mar más tranquila. |
Los bajos forman una ola en forma de "U", pero necesita mejores condiciones, sobre todo sin viento. |
Esta es la salida de derechas, muy difícil y que cierra pronto sobre las rocas, en mi opinión insurfeable. Todas las fotos: C.Bremón |
Que tal Carlos!
ResponderEliminarSiempre un placer leer estas estupendas historias que nos narras. No cabe duda de que aquellos tiempos tenian algo de mágico, no digo que fueran mejores o peores, pero esta claro que la no existencia de la tecnologia actual hacia que se actuase de otra forma y que las cosas sucediesen quizas de otra manera. Estaba haciendo memoria sobre ese año...buf, el año del Naranjito, de cuando Felipe arrasaba en las urnas y de mil cosas mas...
¿No has sentido la curiosidad por ir al lugar y sacar alguna foto? Es que estaba pensando en si seria perceptible algun tipo de erosión, supongo que no.
En cualquier caso, estupendas las fotos y genial lo que nos cuentas, un abrazo!
La verdad es que cuando pienso en que era el año que se votó a Felipe González, qué lejos me parece.
EliminarHasta ahora no he tenido muchas ocasiones en que pensar sobre estas fotos y el sitio, pero este invierno he de volver, cuando sea el día, y haré fotos de nuevo, me has dado la idea. Un abrazo