La resaca
del esfuerzo del día anterior era tremenda, pero habíamos logrado un avance
espectacular en tan solo dos días. Ya nos encontrábamos en un país realmente
interesante -para mi gusto, al menos- en función de lo que se podía considerar
el objetivo del viaje, o sea, conocer la Europa del Norte.
Un buen
desayuno nos devolvió la vitalidad y nos pudimos enfrentar al diseño de la
siguiente etapa. Había un problema, trivial en apariencia, que resultaría sin
embargo complicado de resolver: cambiar el aceite del coche.
Resultó
que, encontrada al fin la delegación de Mitsubishi, todo el personal estaba de
vacaciones. En inglés tratamos en vano de hacerles comprender que nuestro
coche, como cualquier otro, sin aceite no va a ningún lado y que resultaba extraño
que no tuviesen alguien de guardia, o alguna solución a nuestro problema.
Inútil: Mitsubishi se había ido de vacaciones. Lo mismo que nosotros. ¿Con qué
derecho, pues, exigíamos un servicio?.
Al lado
de la agencia había otro taller. Vuelta a comenzar las laboriosas
explicaciones. Esta vez sí que nos hacían el servicio, pero no con el aceite
que venía utilizando nuestro coche. A no ser que cambiáramos el filtro del
aceite, no podríamos hacer el cambio.
Al notar
nuestra momentánea indecisión, el dueño del taller pasa de nosotros y se va a
atender otras cosas, sin esperar nuestra respuesta. Entonces yo también
comienzo a comprender claramente a qué se refieren los turistas cuando hablan
de la hospitalidad y amabilidad de los españoles.
Nos
miramos Quim y yo y, sin decir palabra, subimos al coche, arrancamos y salimos
del taller.
De
momento, retomamos la ruta, a la espera de que aparezca al fin quién nos pueda
resolver el problema.
Quim me
insiste en que es posible que en alguna estación de servicio nos lo puedan
cambiar. Pero -razona- deberíamos intentarlo en la correspondiente a la
marca del aceite que deseamos echarle al coche.
Esto,
lógicamente, complica las cosas. Rodamos bastantes kilómetros y seguimos igual.
Yo voy de rutero, mapa en mano, y observo en el plano que vamos a pasar cerca
de un pueblo algo importante.
¿Y si
probáramos en este sitio?
Ciertamente, "si la montaña no viene a tí...". Con este
razonamiento tan antiguo como práctico nos percatamos de que la solución va a
ser la de buscar más a fondo, por lo que nos salimos de la autopista principal.
Entramos
en un tranquilo y moderno pueblo holandés. Casas unifamiliares, jardincillos,
tranquilas calles, un supermercado..."¡un super, Quim, un super!".
Quim detiene el coche y entra en el aparcamiento. Compraremos algunas
provisiones y, de paso, podemos preguntar si conocen algún taller.
Efectivamente, esta gente es amable. Y amablemente nos informan de que
lo que buscamos está muy cerca de allí.
Llegamos
al taller de coches. El propio dueño, un individuo simpático, bajito, con más
aspecto de latino que de holandés, nos alegra los oídos."Sí, se puede
cambiar", contesta a nuestra pregunta. De lo que no nos podemos escapar es
de tener que sustituir también el filtro. En ese momento, ya próxima la hora del
cierre de los talleres, no estamos para andar con remilgos. Adelante.
Mientras
aguardamos, curioseo por el taller. En una pared hay fotos en las que se ve al
hombre, esta vez aseado y trajeado, con un grupo de personas entre las que hay
un sacerdote, en lo que sin duda es la bendición e inauguración de su negocio.
También veo otras imágenes que me indican que nos está cambiando el aceite un
antiguo piloto de carreras. Toda una vida dedicada a los motores, pienso, y
vuelvo la vista hacia el holandés, tratando de imaginármelo en momentos
gloriosos recibiendo el banderazo de meta.
Es
también un hombre amable y, adivino, bastante humano. Se interesa por nosotros,
por nuestro destino y origen, pues reconoce la matrícula de Tenerife.
Le
compramos aceite para el siguiente cambio, ante el temor de que nos sea
difícil, de nuevo, encontrar del mismo tipo.
Liberados al fin de una preocupación, examinamos la ruta, en la que se
encuentra, ya cerca, la ciudad de Utrech. Por estas tierras anduvo, ya hace
casi 500 años, el Duque de Alba con sus tercios, aterrorizando al personal
holandés. ¡Cómo cambian las cosas...!
Decidimos visitar la ciudad y nos vamos a la Estación Central
del ferrocarril.
Numerosos comercios, a través de galerías y zonas interiores, atraen al
visitante. Me llama la atención ver como las áreas comerciales, en estas frías
latitudes, se concentran casi siempre dentro de grandes edificios públicos.
Vemos
escaparates, comparamos precios y compramos alguna cosilla. Yo me decido por un
precioso timbre de bicicleta (las "bicis" son una verdadera
institución en este llano país) con el anagrama de los ferrocarriles estatales.
La
visita ha sido agradable y hemos contactado con el pueblo holandés. Pero la
ruta nos espera, el viaje debe seguir.
En
nuestra próxima acampada ya debemos estar en Alemania.
Salimos
de nuevo a la red de autopistas y buscamos en el mapa el camino más corto hacia
la frontera germana, en donde ya casi toca el Mar del Norte.
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Una de las cosas que más me llamó la
atención del coche que usamos en esta larga travesía hasta el extremo norte de
Europa (ida y vuelta 13.000
Km .), fue la gran comodidad de que disfrutamos conduciéndolo.
A los medios mecánicos (dirección y frenos asistidos, motor resistente,
turboalimentado) se unían el aire acondicionado, luces muy aceptables,
suspensión muy grata y, sobre todo, unos asientos con un diseño ergonómico que
nos permitió conducir semejante distancia, sin la menor molestia en la espalda ó
lumbares, en 22 jornadas, durmiendo en colchoneta de aire cada noche, haciendo
cada día jornadas de 300 a
800 kilómetros .
Gran parte en autopista, ciertamente, pero el recorrido de Noruega, que es
inmensa y que hacer el trayecto de norte a sur nos llevó una semana, fue realizado
por carreteras estrechas con innumerables curvas. Un diez, pues, para el diseño
de los asientos.
También excelente el comportamiento
del motor, de 2,5 litros ,
turbo intercooler, 5 velocidades adelante, que aunque posee un caballaje discreto
(creo que 94 caballos), pudimos mantener unas velocidades medias impresionantes
(máxima 138 Km/h ),
tratándose de un vehículo pensado sobre todo para el monte.
El modelo que usamos es el último de
la primera generación (1982-1991) del Montero, nombre que, por cierto y como
anécdota, se le puso porque el de “Pajero” con el que salía de fábrica no
pareció muy oportuno aplicárselo en los países de habla hispana, ya que, tal
como explica la Wikipedia
cuando habla del Mitsubishi Montero, “debido a que pajero en español es un término vulgar de argot que
significa onanista”.
En cuanto al consumo (depósito de 92 litros ), gira sobre
10/11 litros de gasoil a los 100 kilómetros , y el de aceite puedo certificar
que, aún hoy en día, con 22 años y 480.000 kilómetros ,
es inapreciable. ¿Eh?, ah, sí, aún conservo el coche, por supuesto.
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Mítico ese Montero. Supongo que ahora ya no hay coches así, los de ahora vienen de serie con obsolescencia programada...
ResponderEliminarBoa Viaxe e Boas Ondas
La primera generación del Mitsu (ha habido cuatro), del 82 al 91, estaba diseñada y fabricada con un criterio empresarial de expansión del producto al mercado mundial. Los "japos" se jugaban mucho, y Mitsubishi mucho más. Por eso fabricaban con materiales excelentes, y ensamblaban con un rigor y un cuidado que solo sus operarios saben hacer. En mi coche hay sistemas y materiales teóricamente fungibles que siguen funcionando como el primer día. El más sorprendente es el consumo de aceite. Habitualmente lo cambio cada seis meses y 10/12.000 Km. Pues bien, nunca tengo necesidad de rellenar, ya que no baja del mínimo marcado en la varilla. O sea, practicamente no lo consume, cuando estos motores se supone que desde el primer día se "tragan" aceite.
EliminarBoas surfadas, igualmente.
Que tal Carlos!
ResponderEliminarComparto lo que dice Magnum, pero es que ademas eso es extensible a otros muchos productos, yo por ejemplo con las impresoras ya he desistido. Esta semana sin ir mas lejos se nos escarallo el calentador, tenia 2 años y medio y nos habia costado casi 400 euros, pues nos dicen que no vale la pena arreglarlo por lo que cuesta...
Como siempre un gustazo leer tus relatos. En cuanto al coche, me sigue pareciendo muy atractivo, es mas, diria que tiene un diseño atemporal que ha resistido muy bien el paso del tiempo, ademas siempre me gusto ese tipo de interior espartano y con esas lineas cuadradas en el salpiadero.
Un saludo amigo!
Por cierto, con respecto a esos cambios de nombre y sus dobles sentidos, creo que tambien lo han tenido que hacer con alguna conserva, "cucas en aceite", esto concretamente en no recuerdo que pais sudamericano viene a significar lo que tu ya sabes...jeje
ResponderEliminarSaludos!
Este coche me ha dado muchas satisfacciones, y me ha llevado a muchos sitios. Con él hice otro viaje en el 99 a Inglaterra, Escocia e Irlanda, y a Bretaña en 2003 ó 2004. La verdad es que fue una buena inversión.
EliminarSaludos, como siempre un placer contactar.