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24 de octubre de 2013

NORDKAPP.6. ESTOCOLMO, ESTOCOLMO.

Muelle turístico de Estocolmo. Aquí se situaba el primitivo puerto. Al fondo, al lado de donde se amarra el velero de tres palos, está colocado el "Vasa"en su ubicación actual en tierra, precisamente muy cerca de donde terminó su corta y única navegación.
                                                                 
     Si tan solo pudiera decir una cosa de la capital de Suecia, describirla muy brevemente, diría que me parece la más bella e impresionante capital europea.
     Cuando llegas a su centro urbano y entras en sus áreas comerciales, cuando paseas por los canales que rodean el Palacio Real, cuando contemplas como navegan majestuosamente los blancos y enormes "ferrys" hacia el mar Báltico, cuando visitas sus interesantísimos museos, cuando atraviesas sus barrios residenciales, cuando viajas en sus transportes colectivos, cuando hablas con sus habitantes, en fin, en todo momento, te das cuenta de que estás en la capital de uno de los países más adelantados del mundo, en una ciudad que es el exponente máximo de una cultura refinadísima, sinónimo de gran organización, y con la conciencia colectiva de ser la sociedad que mejor adornada está de estas cualidades, y de que forman parte de una comunidad con un grado de desarrollo y de bienestar realmente perfectos.

El Ayuntamiento de Estocolmo.

Al fondo, el Ayuntamiento.
 Pero no hay nada en este mundo que pueda ostentar el calificativo de perfecto...
  Un día se presentó en el camping, rodando despacio por el acceso a la zona en donde nosotros nos encontrábamos, un taxi, un enorme, blanco y modernísimo taxi. Estos vehículos están dotados de una serie de adelantos, como emisora de radio, teléfono, televisión para el cliente, etc. Era, como no, un Volvo último modelo, ya que los suecos usan este coche en un 80%.
     Su conductor, al ver nuestra matrícula, se detuvo y se apeó. Se trataba de un hombre de unos cincuenta y tantos años muy bien llevados, con el aspecto que cabía esperar de un sueco de pura raza escandinava, alto, rubio, fuerte.
     Pero, al dirigirse a nosotros, nos habló en un perfecto español, con acento andaluz... ¡era de Sevilla!
     "Vivo aquí desde la guerra civil española", nos contó. "Ciertamente es un país modelo en muchos aspectos, en especial en lo referente a previsión social, riqueza, trabajo, etc. Pero, creedme, yo sigo echando mucho de menos mi país. Ahora veis Suecia en verano, es agradable y bonito, pero esperad a que llegue el invierno... Aquí se pasa mucho, mucho frío. Si pudiera, yo me iría a trabajar a España, es mi sueño. Ya sé que allí las cosas no van del todo bien (y eso que aún no se habían celebrado las Olimpiadas y la Expo), pero aquí tampoco es lo que era. Suecia, hace quince años, por ejemplo, era un paraíso. Pero caímos en una crisis, se cambió de Gobierno pensando que eso lo solucionaría y seguimos igual, más o menos. Y la gente, además, que es muy fría, tanto como el clima".
    El taxista paró de hablar y nos miró con aire pícaro: "En fin, a lo que venía, ¿no tenéis una botellita de coñac?".
                       
Quim y Carlos, nuestro amigo suizo con el que al fin nos encotramos. Saliendo a la mar, al fondo, el ferry que va a Finlandia pasa por el lugar exacto en donde naufragó el "Vasa".
                       

     Una de las razones de visitar Estocolmo fue –como ya conté en un capítulo anterior- por vernos allí con un viejo amigo de Quim, Carlos, un suizo casado con una sueca.
    Contactamos con él por teléfono y al cabo de una hora nos vimos en una de las principales terrazas del centro, en donde nos recibió con gran alegría.
   Como visita importante y principal nos aconsejó la del Museo Vasa, así como la del Museo costumbrista, el Skansen, además de otros aspectos importantes de la ciudad, algunos muy personales, como el famosísimo Restaurante de la Opera, del que su suegro fue un reconocido maître cuyo prestigio se refleja en el hecho de tener, en uno de sus comedores, su busto en bronce.
     El Skansen es un recinto al aire libre, enclavado en una colina, en el que aparte de un zoo con muchos de los animales de la fauna escandinava, renos, alces, osos, zorros, focas, etc. se recrean aspectos de la Suecia tradicional, sobre todo del siglo XIX.
     Me llamó profundamente la atención observar como los estilos arquitectónicos, costumbres, etc. del campesino sueco se han reflejado en los de los colonos y campesinos norteamericanos. 
    Como ya comenté, la sociedad escandinava ha sido una de las más influyentes en el estilo de vida USA. Constantemente se notan detalles que te recuerdan aspectos similares de los Estados Unidos. Por ejemplo, ese gusto por las cosas grandes, desde los helados gigantescos hasta los enormes monumentos pasando por los coches ostentosos, el acendrado patriotismo y el amor por su bandera, que se refleja en mostrarla izada en todas las viviendas. Y, por supuesto, el empleo de la madera como materia prima y principal en la construcción de sus casas, sobre todo en las zonas rurales, en las que las cabañas de troncos te sitúan quizás en Canadá, quizás en Montana o, simplemente, en el ambiente de una película de vaqueros.
     Cabría esperar del estilo anglosajón, en un principio, como el principal dictador de modos y maneras de la nueva nación americana, pero hay que pensar, por lo que hemos observado, que fue Escandinavia y sus emigrantes los que aportaron los aspectos más tradicionales y característicos del modo de ser del norteamericano.
                                               
                                                          LA CATÁSTROFE DEL "VASA"

Plano del Museo "Vasa". Fue hallado en 1956; izado a la superficie en 1961; durante 17 años se hicieron tareas de restauración y conservación, rociándolo con una solución de polietilenglicol y agua, desde unas boquillas en el techo de la cubierta provisional. Y, por fin, en 1990 fue definitivamente inaugurado el museo, construido en una "flexible carpa de cobre", que se ubicó sobre y alrededor del navío.
     Sin embargo, fue la visita al Museo del "Vasa" la que sin duda dejó en mí una huella más imborrable, diría incluso, de todo nuestro viaje.
     El "Vasa" fue un barco de guerra que en 1.625 ordenó construir el Rey Gustavo II Adolfo de Suecia, para imponer su dominio en aguas del Báltico, que en aquellos años se disputaban los reinos de Suecia y Polonia. Realmente, su rivalidad nacía de estar ambos países encuadrados en los diferentes bloques que se enfrentaban por aquellos años en toda Europa: los católicos, con los que estaba Polonia, y los protestantes, a los que apoyaba Suecia.

Cuando el "Vasa" fue rescatado 333 años después, se había convertido en una máquina del tiempo cuyo reloj se paró a las cinco de la tarde del 10 de agosto de 1628. A bordo se encontraron los cofres de los marineros con sus provisiones, ropas y pequeños recuerdos personales. Los toneles de la carne yacían en la bodega, la mesa del Almirante estaba de pie en el camarote, también se encontró la hermosa vajilla de estaño de la oficialidad...

    "Después de Dios, el bienestar de la nación depende de su Armada", decía el rey sueco.  
     Por lo tanto y para cumplir el deseo real, se talaron más de 1.000 robles y, bajo la dirección de un maestro de construcción naval holandés, se comenzó a trabajar en un muelle de Estocolmo, a pocos metros de donde hoy en día está instalado el museo que visitamos.
     Dos años más tarde se bota el casco al agua dándole el nombre de la dinastía reinante en aquellos años en Suecia, la dinastía Vasa. Se continúan los trabajos de arbolarlo y colocar el armamento, un total de 64 cañones de bronce. Los palos tienen más de 50 metros de altura, la popa se levanta del agua 19 metros, siendo la anchura máxima de solo once metros. Los trabajos de ornamentar el casco del buque son verdaderamente laboriosos, si se observa el resultado final. Las esculturas y adornos que ostentaba el buque tenían como finalidad la de impresionar al enemigo. Su construcción despierta recelos en los enemigos de Suecia, que ven en él una terrible amenaza.
Una cabeza de león rugiendo fue el primer hallazgo que se sacó del "Vasa". Estaba negra por los siglos pasados en el fondo del mar, pero aún tenía vestigios de un marrón dorado en la melena y de rojo en las fauces
El "Vasa" mide de longitud total, incluido el bauprés, 69 metros. La anchura máxima es de 11,7. Desde la quilla al extremo del palo mayor hay 52,5 metros y la del cuerpo de popa, 19,3. Su calado, en cambio, era tan solo de 4,8 m. Desplazaba 1.210 toneladas; la superficie de sus velas medía 1.275 metros cuadrados, en un total de 10 unidades. Estaba armado con 64 cañones y su tripulación era de 145 hombres, más 300 soldados que, afortunadamente, no estaban a bordo en esta primera y última navegación.








Una de las cubiertas de artillería. Al fondo la proa
     Por fin, el 10 de agosto de 1628, el buque larga amarras y, majestuosamente, comienza a moverse hacia la rada exterior del puerto. El tiempo es bueno y el viento débil. En los primeros metros ha de ser arrastrado con ayuda de anclas. A bordo hay un centenar largo de tripulantes, y también mujeres y niños. Su maniobra es seguida desde tierra por multitud de curiosos. Sopla un ligero sudoeste, que le incide de costado, y el capitán ordena largar cuatro de las diez velas. Se dispara una salva de los cañones y el gran navío, lenta y tranquilamente, comienza la que se vaticina será una larga y gloriosa página de la historia naval.
     De pronto, una milla más allá, aún a la vista de los entusiastas ciudadanos que han acudido a ver el principal motivo de orgullo sueco de la época, las velas del "Vasa" reciben algo más de viento, originándose una escora que inclina el casco a sotavento, aunque se rehace y continúa, hasta que unos cientos de metros más adelante otro golpe de viento causa una nueva escora, que esta vez ya es definitiva, puesto que el agua penetra a raudales por las troneras de la fila de cañones que están más cerca de la línea de flotación, inundándose las bodegas y provocando su hundimiento en pocos minutos.
     El "Vasa" había navegado exactamente 1.300 metros, cuando concluyó su servicio a la corona real sueca, al irse al fondo de la bahía de Estocolmo ante el estupor y angustia de los miles de personas que contemplaban la escena. Unos cincuenta tripulantes se fueron con él al negro fondo de estas frías e inhóspitas aguas.
Mil robles se utilizaron para construirlo. Por necesidades de la flota de guerra, fueron protegidos por ley: "Quién corte un roble, será condenado por primera vez a 40 marcos de multa; la segunda, a ochenta; la tercera, a perder la vida"

     El patrón Matsson reveló que, días antes, probando la estabilidad del buque, ordenó a treinta hombres que corrieran de un lado para el otro de la cubierta, estando aquel junto al muelle. A las tres vueltas tuvieron que dejarlo, ya que el "Vasa" amenazaba con escorarse. Presente en las pruebas, el Almirante Fleming comentó escuetamente: "¡Si estuviera aquí su majestad!".
     Quizás la primera causa hay que buscarla en la inestabilidad propia de este tipo de buques, con numerosos cañones y mucha obra muerta. Pero resulta que además el Rey había ordenado reducir el lastre, formado por piedras, para establecer otra fila de cañones adicional que se enclavaban demasiado cerca de la superficie del agua.
     Todo ello fue una mezcla explosiva. En aquella época, los constructores de buques no efectuaban cálculos de estabilidad, y los planos se copiaban de los anteriores barcos. Si éstos habían navegado, navegarían los siguientes también, salvo que alguien hiciese modificaciones importantes, sin pararse mucho a pensar en las consecuencias que aquellas tendrían en las cualidades marineras de la nave.
     Y si el temor del Almirante a contrariar a su Rey era demasiado, y se calló lo que pudo ver en las pruebas de estabilidad, pues peor todavía.
 Macabros hallazgos como éste dan testimonio palpable de lo instantáneo y violento que fue el trágico hundimiento.

     Años después se trató de rescatar los cañones, elemento muy importante, consiguiéndose sacar la mayoría con ayuda de una campana de buzo, avance tecnológico importante para la época.
     Y así pasaron trescientos años. Hasta que en 1953, un investigador empezó a buscar el sitio exacto en donde yacía el pecio. A pesar de ser una zona por la que navegan todos los días cientos de barcos, la oscuridad típica de estas aguas no dejaba ver su emplazamiento. Ésta es una dificultad, en estos casos, propia de los mares nórdicos.
Demasiado velamen, mucha obra muerta, demasiados cañones...el capricho de un rey.

     Pero a la vez, también el Báltico ofrece una ventaja en ese aspecto, y es la ausencia de un molusco bivalvo que habita en aguas más saladas y que se come literalmente la madera de los navíos hundidos, por lo que estos -en este mar- pueden ser hallados casi intactos cientos, incluso miles de años después.
     Por fin, y después de que una cuestación popular permitiese, con la ayuda final de la corona sueca, rescatar del fondo de la bahía el "Vasa", éste fue llevado a tierra, restaurado y colocado en una zona cercana, en la que posteriormente se construyó -alrededor de él- el edificio que lo iba a albergar en el futuro.
     Como detalle curioso de su reflotación se puede contar que, la primera señal que se tuvo de que había sido localizado, fue un trozo de madera extraído mediante un pequeño artefacto con el que se estuvo sondando la zona durante varios años. Para elevar el pecio, hubo que hacer unos laboriosos túneles submarinos por debajo del casco, por los que se pasaron los cables que lo levantarían y sacarían a la luz, exactamente 333 años después de la tragedia.

Casco del "Vasa". Obérvese la desmedida obra muerta que posee y que fue la causa de su estrepitoso fracaso como navío. Esta reproducción a escala muestra su  castillo de popa y sus esculturas con los que se cree que fueron sus colores originales. Todos estos adornos intentaban denotar pompa y ostentación, para impresionar al enemigo. ¡Cómo han cambiado las técnicas de la guerra! ¿O, quizás, no tanto? 



2 comentarios:

  1. Hola Carlos!
    Un gustazo el leer estas entradas, desde luego que nunca se me habia pasado por la cabeza visitar esta ciudad, pero ahora la acabo de anotar en esa lista de lugares a visitar, espero que en un futuro no muy lejano. Simpatica la anecdota del taxista....jeje
    Es curioso y realmente una coincidencia, pero hace un par de semanas volvi a ver -no recuerdo cuantas veces han sido ya...- Master&Commander, ya sabes la peli de Russel Crowe, y ahora al ver estas fotos y leer lo que escribes intentaba imaginar como debian de ser las condiciones en esos navios. Un poco al hilo de esto recordaba haber leido en algun sitio la cantidad de castillos que teniamos en España, realmente era una cifra bastante elevada, se quejaban de lo mal y desastroso de su cuidad y de como este bien cultural permanecia abandonado, mientras que otros paises explotaban y cuidadan sus patrimonios aqui no les prestamos la mas minima atención.
    Lo dicho Carlos, gracias por estas entrenidas entradas, un saludo!

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    1. Si no es la capital más bonita de Europa, de las que más. Oslo, por ejemplo, aún siendo una ciudad atractiva por sus museos, etc., ya no me gustó tanto, es diferente de Estocolmo, más vulgar (es mi opinión). Efectivamente, estoy totalmente de acuerdo con lo que dices. En Ferrol tuvimos muchos años el buque escuela (velero) anterior al JSElcano, amarrado bastante tiempo, y la opinión pública pedía que se quedase aquí como museo. Pues terminó en Glasgow y allí lo cuidan como oro en paño. Se ha vuelto a pedir que una de las fragatas Baleares se dedicase también a museo. Pues no hay dinero para mantenerla. No lo entiendo. El conjunto de las baterías de costa, desde Prioriño a A Frouxeira, que es impresionante, con la joya de la corona que es el observatorio de Monteventoso (algo así como el semáforo de Bares), se ha dejado derruir de una manera penosa. Y en A Coruña, en San Pedro, donde estaban los supercañones de costa, se ha hecho un atractivo parque. Conclusión, si en España somos así, en Ferrol somos aún peor. Lo siento, pero la realidad es contundente.
      Un saludo, Fran, por cierto veo que estás eléctrico estos días poniendo entradas, ja, ja. Será por que ha empezado el mal tiempo, digo yo...

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