Bandera de la nación lapona |
Dejamos
atrás la aduana fronteriza y penetramos en Finlandia. Según nuestro
nuevo mapa, hay que recorrer unos cuantos Km. cerca de la costa,
hasta llegar a la desembocadura de un río en donde retomaremos la
ruta en dirección norte. Quim conduce y yo voy de copiloto,
encargado por lo tanto de los mapas, para señalar la ruta a seguir.
Al
cabo de casi una hora sin que todavía hayamos hecho el giro a la
izquierda que esperábamos, veo algo que me hace dar un salto en mi
asiento. Me acabo de dar cuenta de que vamos constantemente ¡hacia
el sol! (o sea, al sur).
Algo
va mal, ya que entonces debemos estar mucho más abajo de dónde
suponemos que está la desviación. Nuestra orientación actual,
apuntando completamente al sur, nos indica que ya hemos rodeado
completamente el arco de costa que cierra, por el norte, el golfo de
Botnia. Comprobamos el nombre de un pueblo que cruzamos y,
efectivamente, hay que dar la vuelta para retroceder; nos hemos pasado ya casi
cuarenta kilómetros. Gran cabreo, mordacidad extrema por parte del
piloto al copiloto, pero bueno, hay que aguantarse, un error lo tiene
cualquiera; "que sí hombre, un error, casi aparecemos en
Madrid".Por
fin tras rodar durante media hora vemos la indicación esperada,
esta vez a nuestra derecha: Rovaniemi. Una hora y pico después llegamos a la pequeña y atractiva -por lo moderna- capital de Laponia.
Tras
su destrucción por parte de las tropas nazis, en la segunda guerra
mundial, fue reconstruida bajo las instrucciones del famoso
arquitecto finlandés Alvar Aalto.
Uno
siente curiosidad por conocer de cerca al pueblo lapón, ya que se
presiente una mezcla extraña de modernismo con costumbres
tradicionales; de vida dura, digo mejor, durísima, con comodidades y
nivel de vida muy altos. La Lapona es una de las comunidades
aborígenes que quizás tengan mejor resuelta la dualidad que amenaza
la supervivencia de los pueblos indígenas, ésto es, mantener su
identidad como pueblo, como cultura, como tradición, como forma de
vida, pero sabiendo captar lo bueno del tipo de civilización más
avanzada que llegó hasta ellos, sin dejarse absorber, aprovechando
toda clase de mejoras sociales, culturales y tecnológicas, pero con
el objetivo fundamental, como fin último, de preservarse a sí
mismos como nación. Y no menos mérito tienen los Estados que no
solo no trataron de difuminar el hecho lapón, sino que lo
favorecieron.
La presencia de renos es constante en las carreteras, obligando a conducir con mucha precaución. No hay casi automóviles, el peligro son estos animales que vagan líbremente. |
Los
lapones siguen muy aferrados a sus métodos de vida tradicionales, en
especial a su forma de ganarse su sustento, en especial con la pesca
y la ganadería del reno, gran fuente de riqueza para esta gente. Sus
alimentos típicos se basan en la carne de este animal: Jamón,
tuétano, carne frita en su misma grasa...
Sus
territorios se reparten entre los países cuyas fronteras llegan
hasta estos helados territorios: Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia.
En
estos últimos tiempos han descubierto otra importante fuente de
riqueza: el turismo. Sospecho que por eso todavía es fácil
verlos vestidos con su ropas típicas, los vestidos de color azulón
que tanto hemos visto en los documentales. Y creo que esto va a ser
la razón principal por la que los lapones mantengan sus tradiciones.
Ya no podrán pensar "¿Para qué sirve vestirnos como nuestros
antepasados, fabricar su artesanía, inclusive conservar nuestras
viviendas, en resumen, seguir manteniendo viva nuestra cultura?".
La respuesta es, indudablemente, porque todo éso atrae al turista, y
el turismo significa riqueza.
Otro
hecho curioso y significativo (en cuanto al origen asiático-europeo
de al menos algunos de los pueblos norteamericanos) son las viviendas
tradicionales de los lapones, tiendas de pieles exactamente iguales a
las que hemos visto en las películas sobre los indios, mejor dicho,
los aborígenes de Norteamérica. Sobre unas largas varas enrollan
pieles de reno para formar una pirámide cónica, abierta por su
parte superior para dejar escapar el humo producido al cocinar.
Supongo que ellos ya no viven en ellas, salvo cuando viajan con sus
rebaños en las migraciones periódicas que necesitan realizar, para
trasladarlos de un territorio a otro.
El
turismo va a ser, en definitiva, un importante motivo para que los
lapones no se olviden de quiénes han sido, y creo que está causando
incluso una revitalización de Laponia como nación.
Cuando
salimos de Rovaniemi, según el mapa, a unos ocho kilómetros nos
vamos a encontrar con uno de los hitos más importantes de nuestro
viaje: el Circulo Polar Ártico.
Recuerdo
que no esperábamos localizarlo, pero el caso es que al llegar al
punto geográfico concreto, un gran y vistoso cartel nos avisó:
"Napapirii - Artic Circle".
Y
muy cerca de allí la nota prosaica, un área comercial repleta de
artesanía lapona.
Entramos
a ver si valía la pena comprar algo, pero el tono general era de
artículos excesivamente dirigidos a un turista de gustos no muy
exigentes. Compramos algunas cosas de poca importancia y entre ellas
una oferta de calcetines de lana, puesto que pensamos que debíamos
reforzar nuestra ropa de abrigo, puesto que según hemos venido
subiendo la temperatura y el clima han empeorado notablemente.
Pero
cuando fui a mirar mas detenidamente los calcetines me entró una
risa incontenible. ¡Estaban hechos en Portugal!.
Tras
esta visita continuó nuestra ruta por un paisaje monótono, llano y
gris, pues nos empezábamos a adentrar en la tundra. Los árboles,
abetos en su mayoría, ya no eran tan altos como en Suecia y, como ya
dije, el frío estaba haciendo su aparición, favorecido por nuestro
internamiento en la zona continental, lejos del mar, y con una
meteorología un tanto desagradable.
A
media tarde, con la penumbra típica de esa latitud, llegamos al
Camping Orakoski, cerca de la
ciudad de Sodankylä. Situado al lado de un río, más bien se
trataba de un conjunto de cabañas para alquilar. El recepcionista,
un muchacho alto y fuerte (bastante alto y fuerte) nos indicó en
inglés cuál nos correspondía. Dentro de un bosque de viejos
abetos, junto con varias cabañas más, en un lugar todo él bastante
sombrío y húmedo, allí aparcamos nuestro Mitsu e inspeccionamos la
cabaña. Enseguida nos llamó la atención la rejilla protectora para
los mosquitos que, muy pronto, nos daríamos cuenta de que en estas
tierras están en su salsa. Estar al aire libre se convierte en una
singular tortura, en la que tú mismo pareces auto flagelarte,
pegándote manotazos constantemente. Sientes un picotazo breve e
intenso, en especial en el cuero cabelludo, puesto que estos bichos
parecen sentir predilección por esa zona corporal de los humanos.
La entrada al camping. |
En
la rejilla que teníamos en nuestra ventana, había no menos de
varios millones de cadáveres de estos diminutos insectos (si los
comparamos con el tamaño de los mosquitos que nosotros conocemos).
Ante
la ausencia de distracciones, para matar el tiempo hasta la hora de
cenar y dormir, nos fuimos a dar una vuelta por el río. Me
sorprendió ver (porque era la primera vez que veía uno) un pequeño
"aircraft", ingenio que navega sobre un colchón de aire,
por lo que es un instrumento muy útil en aquellas pantanosas
tierras.
Nos
acercamos a la sala de estar para ver un poco la televisión y, de
paso, preguntarle un par de cosas al recepcionista sobre lo que nos
íbamos a encontrar en la jornada del siguiente día.
Amablemente,
resolvió nuestras dudas sobre la ruta más conveniente a seguir y
nos contó cosas del país, sobre los tremendos inviernos que allí
tienen que soportar. Le explicamos que para nosotros, habitantes de
tierras meridionales, se nos hacía difícil imaginar esas
dificultades, en especial Quim, residente en una isla de clima casi
tropical.
El
joven nos habló de temperaturas de 40 bajo cero y nieve hasta la
cintura. Yo le dije: "En esas condiciones no será posible
utilizar los coches". Él hizo un gesto indicando indiferencia,
y me contestó: "Tenemos que salir a la
carretera, ya que no hay más remedio que seguir la
vida, trabajar y continuar con nuestras actividades normales aún en
esas condiciones tan frecuentes en la
larga estación invernal, que dura casi ocho meses".
Si
en pleno Agosto aquello tenía una pinta bastante penosa,
meteorológicamente hablando, ¿cómo sería en Febrero, por
ejemplo?. Al
frío y la
nieve intensísimos hay que unir una oscuridad casi total la
mayor parte del día.
Al
volver a nuestra cabaña vimos aparcadas en el Camping varias
autocaravanas, prácticamente todas de italianos. Por entonces ya nos
empezábamos a escamar de la
gran cantidad de matrículas italianas que estábamos viendo en la
carretera, aunque en pocos días conoceríamos la explicación.
Dormimos
bien, aunque tuvimos que tomar precauciones por si habían entrado
mosquitos en la
cabaña mientras cocinábamos con la
puerta abierta. El truco que empleamos para echarlos fue el de
encender una luz en el exterior, apagando la
de la
cabaña, para tratar de que salieran los posibles intrusos, al ser
atraídos por la
luminosidad exterior.
Que tal Carlos!
ResponderEliminarCuando leo estas entradas sobre el viaje intento imaginarme aquellos momentos, desde luego esta claro que viajando se aprenden muchas cosas, sobre todo nos abre la mente y nos hace darnos cuenta de que no somos el obligo del mundo. Lo de los calcetines "made in Portugal" a mi tambien me habria provocado una sonrisa.
Gracias por todas esas explicaciones Carlos, ya me has despejado mas de una duda, sobre todo se agradece toda esta información de primera mano. Pues nada, voy a intentar relajarme y hacer un poquito de disgestión...jeje
Un abrazo y que pases unas felices fiestas!
Chocante, ¿verdad?, los lapones abrigándose con calcetines portugueses.
EliminarUnas felices fiestas y un 2014 mejor que el 13, un abrazo.