Con esta pequeña broma en el título
de la entrada quiero, precisamente, quitarle trascendencia a este momento.
Aunque para mí es un momento
importante. Poder escribir sobre temas que me atraen y, sobre todo, saber que
hay gente que me va a hacer el honor de leerme es algo que me entusiasma y me
empuja a crear este blog. Si bien el verbo crear quizás sea un poco pretencioso. Nada
se crea ni se destruye. Internet, ese invento increíble, nos proporciona esta
magnífica herramienta con la que expresarnos. Y yo no voy a desaprovechar esa
oportunidad. Disfrutaré de lo lindo, en especial contando cosas. Porque me
gusta hacerlo y sobre todo sabiendo que alguien, por pocos que sean, van a
tener la amabilidad de leerme y, además, hasta puede que se sientan mejor
después de hacerlo.
Si algo de lo que diga no os gusta,
pido disculpas por anticipado, pero dejadme ejercitar mi derecho a la libertad
de expresión sin molestar a nadie, sin perjudicar ningún interés, ya que esa es
desde el primer momento mi intención. Quizás incluso llegue también a expresar
alguna queja por algo que me parece que es injusto, o desproporcionado, o
incorrecto. Este mundo, ya lo sabéis, está lleno de cosas así y todos tenemos
el derecho y el deber de criticar todo aquello que pensamos que se puede mejorar.
Pero por supuesto que me gustaría
poder hablar siempre de cosas bellas.
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Como quiero presentar una imagen mía, escojo ésta con mis dos hermanos, a los que siempre me sentí entrañablemente unido. Yo soy el del medio, hace algunos años, claro... |
Y todo viene de un video que realmente
me ha impactado, y que os pongo. Es impresionante lo que tiene que hacer un inuit
para llenar una pequeña cacerola de este molusco. Sin duda corre unos riesgos como
los que padecen nuestros percebeiros para llevar a sus familias el sustento
diario. Porque hay que tener mucho amor a esa profesión para trabajar colgado
de una escarpada roca, dando la espalda a la ola amenazante. Lo mismo que hace el
inuit que, confiado en su compañero (al igual que el percebeiro), consigue unos
pocos ejemplares de mejillón en una caza contra el reloj y contra el miedo a
morir, al menor descuido.
Por esa razón, como un sencillo
homenaje a esos habitantes de los hielos árticos, que son capaces de afrontar
–y así lo vienen haciendo desde miles de años atrás- las condiciones más duras
que podamos imaginar para la supervivencia, en el blog quiero llamarme como
ellos aunque solo sea simbólicamente.
Para que luego nos creamos incapaces
de superar los límites que, en realidad, nos adjudicamos nosotros mismos.