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19 de marzo de 2015

NORDKAPP. 19 (3ª parte) EL MURO DE BERLÍN, HISTORIA Y CAÍDA

Dos mundos, tan cercanos pero tan alejados hasta ese momento, se reencuentran.
Nos dedicamos más tarde a ver algunos de los sitios en donde estuvo (o aún permanece en pie) el muro divisorio que atravesaba la ciudad como una navaja.
El objetivo del gobierno comunista, que era impedir que se les vaciase la Alemania Democrática (ellos decían que era para evitar que entrasen los del Oeste) hizo que, de una simple pared de bloques prefabricados, se pasase a la sofisticación con la que en los últimos tiempos se había dotado a esta línea fronteriza.
Entre lo que se les iba ocurriendo para complicar cada vez más la posibilidad de paso, además de la vigilancia de los "Vopos" (policía fronteriza), aprendían de sus propios fallos debidos a personas que conseguían atravesar. Este muro de hormigón se convirtió en algo realmente eficaz, hasta que la simple fuerza de gravedad de la voluntad popular, ayudada por supuesto por los acontecimientos en la URSS, consiguieron derrumbar simbólicamente tanto aquella terrible muralla, como el tenaz control del poder político comunista.
En uno de los puestos de venta que había en la Puerta de Brandenburgo compré un libro, recopilación de los más notables incidentes acaecidos en el Muro de Berlín, con abundante material gráfico. En él, en sus últimas páginas, se puede ver una foto tomada el 10 de noviembre del 89 en la que una multitud de cientos de personas, de alemanes del Oeste, están encaramados a la muralla dedicados a la simple contemplación de lo que hay al otro lado. En éste, apenas a cinco metros de distancia, otra multitud, esta vez de los temidos policías fronterizos de la RDA, ahora sin sus armas, contempla a su vez la aglomeración que se muestra por encima de sus cabezas. Se adivina que, en muchos casos, están intercambiando palabras con sus compatriotas del oeste, posiblemente amistosas, ya que -imagino- en el fondo ellos igualmente deben estar hasta las narices de la separación que sufren desde hace veintiocho años. Seguramente, el entrever la posibilidad de que sucediera de una forma pacífica todo lo que pasó después, es algo que esos policías también desean en el interior de sus almas de seres humanos que son, al fin y al cabo. Porque muchos de sus compañeros han perdido la vida por flaquear en sus convicciones comunistas, en algún momento de todos estos años de vigilancia del muro.
En este libro se pueden leer cosas realmente curiosas. Muchas de ellas de un cariz trágico, como muchas huidas, que terminaron con la muerte de sus protagonistas, a disparos de los "vopos". Otras fotografías muestran las inverosímiles medidas adoptadas por las autoridades comunistas, como llegar a construir un trozo de muro que atravesaba por en medio de una vivienda unifamiliar, cuya parte oriental hubo que derribar al poco tiempo. ¡Ahí es nada, que una pared de tu casa sirva de "telón de acero"! En otra foto se ve a un Ministro Federal, de visita en el famoso paso fronterizo de Checkpoint Charlie, que le espeta a un centinela del este: "No me mire de esa manera, que todos somos alemanes".
En otra página se ve el coche que se compró un alemán para entrar en Alemania del Este y escapar al Oeste con su novia y la madre de ésta, ya que comprobó que el vehículo era tan bajo que podía pasar por debajo de la barrera fronteriza, lo que llegó a conseguir originando que, de inmediato, los comunistas colocaran listones metálicos verticales en todas las barreras.
Cuando se produjeron numerosas fugas de personas camufladas en automóviles, los policías fronterizos empezaron a registrar con varillas y espejos todos los ángulos y huecos posibles en los vehículos que atravesaban la raya fronteriza. Pero un vehículo quedaba frecuentemente descartado de esta revisión: el Isetta, el famoso "huevo", de tres ruedas, en el que se consideraba, no sin fundamento, que era imposible que nadie pudiera esconderse. Pero el ansia de esta gente por escapar era muy fuerte. Hasta nueve personas lograron su objetivo en sucesivos intentos, camuflados en donde llevaba este minúsculo coche la calefacción y la batería. Solo en el décimo intento, un policía observó que el Isetta cabeceaba ligeramente mientras se revisaba la documentación del conductor. Ahí se acabó este sistema de huida.
Globos, alas delta motorizadas de fabricación casera secretísima, ingenios submarinos, todo fue utilizado por estos alemanes que consideraban que "Alemania todavía es Alemania", como rezaba una pancarta desplegada por una multitud concentrada en los primeros días del establecimiento de la raya divisoria, en 1961.
Numerosos incidentes, muchos de ellos muy curiosos, enriquecen el anecdotario de la historia del Muro de Berlín. Uno de los más notables es el de un chiquillo de doce años que residía con su familia en un enclave aislado del Berlín Occidental, en la zona comunista. El chico, sin embargo, acudía a una escuela enclavada en el Oeste, hasta que una mañana los "vopos", sin previo aviso, le cortaron el paso.
Por este motivo las autoridades militares inglesas, a las que correspondía el control de esa demarcación fronteriza, deciden a partir de ese momento escoltar al muchacho cada día en su camino de ida y vuelta al colegio. Y así se puede ver una foto del pequeño berlinés, pedaleando tranquilamente encima de su bicicleta, seguido a diez metros por una tanqueta del ejército británico con cinco soldados a bordo, armados hasta los dientes.
Ojeando este libro y pateando por las zonas por donde acaba de ser derribado el muro, entretenemos el escaso tiempo que nos queda para ver todo ésto. De vez en cuando nos paramos a leer los epitafios que, al pie de una sencilla cruz de madera o metal, recuerdan que allí cayó alguien asesinado por querer hacer valer su derecho a ser libre.
Entramos a realizar una corta visita al Reichstag, el antiguo Parlamento Alemán, que acaba de ser recuperado como sede del mismo, inactivo desde que un incendio premeditado lo destruyó el 27 de febrero de 1933, achacado entonces a los comunistas y que fue el detonante que necesitó el canciller Hitler para imponer medidas extraordinarias que degeneraron en la dictadura Nazi.
Todavía se puede ver su fachada y las enormes columnas que la sostienen, ligeramente manchadas de negro de humo. No sé si ahora el Gobierno alemán decidirá limpiar la piedra ennegrecida, o si la dejará así para que las generaciones futuras sigan viendo esa histórica mancha, y recuerden lo acontecido -si fuese necesario-, en aquellos tristes días para la Democracia alemana.

Viendo esta imagen es inevitable sentir una justificada desesperanza hacia la raza humana. Porque, a lo largo de la historia, el hombre ha levantado (y sigue levantando) muros para separar o aislar a otros hombres. Pero, afortunadamente, también es verdad que estos muros nunca han sido definitivos.


NOTA: Tanto las imágenes como el texto están extraídos del libro "SUCEDIÓ EN EL MURO", cuyo texto es original de Rainer Hildebrandt, y el editor es VERLAG HAUS AM CHECKPOINT CHARLIE BERLIN.