Las caidas en las olas orilleras, son las peores por lo que el mayor porcentaje de lesiones, y las más graves, se produce aquí. Y si el fondo es de duro y afilado coral, aun más peligro todavía.
Conozco la historia real de un corchero que llegó a Mentawai dispuesto a disfrutar quince días de unas de las mejores olas del planeta, y en la primera se estrelló con su cara contra el fondo del arrecife, en una ola, por cierto, pequeña, pero por ello mucho más peligrosa, por cuanto el fondo está muy cerca de la superficie al ser la ola de poco tamaño. Tuvo que ser operado de urgencia en el propio barco y por suerte estaba allí también un surfero, asimismo profesional de la medicina, capaz de hacer la operación. Pero los quince días restantes se los pasó con la cara llena de puntos de sutura, y viendo como sus compañeros de viaje cogían las mejores olas de su vida...
Están, además, los golpes contra la propia tabla, ya que se suele caer rotando con ella o contra ella dentro del agua, en especial en los tubos, que no siempre tienen salida franca y que muchas veces se te cierran, y cualquier contacto es muy agresivo. Y la parte de la tabla más peligrosa, en estos contactos, son las quillas, no tanto por las puntas sino por el afilado borde, en especial el trasero.
Yo siempre he recomendado a mis amigos, cuando se compraban una tabla nueva, del paquete, que le pasasen una lija a ese borde super cortante, para matar un poco el filo de navaja que queda, inevitablemente, cuando se fabrica esa pieza. Porque además la piel húmeda de estar en el agua es muy fácil que, ante un simple roce contra esta parte de la quilla, se corte como si fuera papel de fumar.
Y otra lesión que puede tener graves consecuencias, sucede los días de viento, cuando caes de la tabla o la dejas suelta y ésta, elevada por el viento, viene a caer justo en donde tú estás sacando la cabeza a la superficie.