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10 de noviembre de 2013

NORDKAPP - Estocolmo (2ª parte)

                                                       
El actual palacio real sueco, construido al estilo "Versalles", lo que demuestra el afán de antaño de estas monarquías por asemejarse a las realezas dominantes en Europa.
 
En estas aguas es posible (dicen las guías de turismo) pescar salmones. Al menos una fuerte corriente sí que hay, como se percibe en la foto.


    Otra feliz coincidencia en nuestro viaje fue la de que se celebrase, durante nuestra visita, la Fiesta del Agua. La ciudad de Estocolmo está edificada sobre catorce islas, por lo que es una urbe en la que el mar y todo lo referente a la navegación es un aspecto muy importante.

A pesar de la escasa calidad de esta foto merece ser conservada, pues recoge una zona céntrica de Estocolmo, en la que muchos de sus vecinos aparcan su coche y, al lado, su barco de recreo, a los que pueden llegar desde su domicilio con solo cruzar la calle.

  Esta fiesta tradicional, con un ambiente popular que me recordó nuestras
romerías, se hace en Agosto, en pleno verano, y es toda una exaltación del mar y todo lo que le rodea.

Embarcaciones de recreo de todo estilo y época navegan por estas aguas. Obsérvese el "vapor" de principios de siglo, y su cuidada conservación.

     Es casi imposible ver una orilla de las numerosas bahías de esta ciudad libre de embarcaciones, en especial las de recreo. Están por todas partes, multitud de barcos de todo tipo, desde los más humildes botes, hasta los más refinados yates, pasando por los más hermosos veleros que yo haya visto nunca. Y, por supuesto, una embarcación cuanto más antigua es, más cuidados se le prodigan para su conservación, por lo que es frecuente observar todo tipo barcos de diversa antigüedad. Lanchas motoras de maderas nobles, oscuras, con formas casi ya de museo naval. Yates que parecen sacados de una romántica aventura de principios de siglo. Lanchas rápidas de la Segunda Guerra Mundial, etc., etc. Y todos en disposición de navegar. Toda una cultura de la náutica.

Fiesta del Agua. Regatas de traineras a la "sueca" en las que, más que competir, los participantes "se hacían el sueco" mejor que nadie, obviamente. El colorido era la nota dominante en sus tripulaciones. 
En una curiosa y flotante cafetería merendamos disfrutando del singular espectáculo de la "Fiesta del Agua".
La "Fiesta del Agua" es el motivo de esta demostración de salvamento de un náufrago.

     Pues bien, ese día, el de la Fiesta del Agua, se realizan multitud de actividades, exhibiciones y deportes náuticos. La gente acude a merendar a la orilla de las ensenadas en donde se celebran carreras de unas embarcaciones de remo muy parecidas a nuestras traineras, cuyos remeros van disfrazados de diversas y grotescas formas y que no parecen estar muy entusiasmados en ganar la carrera, sino en hacer reír a los miles de espectadores.
     Rescates con helicópteros, carreras de lanchas rápidas y desfiles de diversos navíos engalanados, cubren todo un día de espectáculos navales.
     Pude observar, con asombro, que en donde habían merendado miles de personas, familias enteras con niños, no quedaba absolutamente ningún resto de tal fiesta. Es más, si caminas por el borde del agua, en zonas totalmente urbanas, no encontrarás prácticamente ninguna basura flotante atrapada en las ramas de la vegetación de la orilla. Dicen incluso que se puede pescar un salmón frente al Palacio Real. Eso nos demuestra el grado de urbanidad y de respeto por la Naturaleza de esta gente, gran ejemplo a seguir por muchos de nosotros.     
Esta mujer con atuendo rockero-heavy, muy común entre los moteros suecos, intenta infructuosamente encender su máquina, la cual a pesar de su enfado se resiste tercamente a sus esfuerzos. Quim y Carlos Hafner no aguantan la tentación de acercarse solícitos para intentar ayudar, aunque disimulando -no muy bien- la risa, lo que no parece gustarle a la motorista, que ni se digna dirigirles la mirada. 
Esta gente, que sufre uno de los inviernos más duros y oscuros del mundo civilizado, imaginaos lo que disfrutan de estas tardes estivales, con lo que -quizás por eso mismo- aman tanto "su" Naturaleza. Y yo mismo fui testigo de que al terminar la "romería", nadie dejaba ni la más minúscula basura en la pradera que llenaron cientos de personas durante varias horas. 
Otra visita obligada: el "Skansen", museo al aire libre sobre costumbres del ámbito rural en la Suecia del siglo XIX, que también posee un pequeño pero interesante "zoo" de animales de esta parte del planeta. El recinto se asienta sobre toda una colina, cerca del centro de la ciudad. En esta foto vemos una granja reconstruida, en la que se muestra el original tejado aislante de que la dotaban sus moradores. Colocaban una capa de tierra, y favorecían el crecimiento de estas hierbas.
El tipo de construcción de la vivienda rural es el mismo que se utilizó por los colonos suecos en Norteamérica. 
En este área rocosa comparten hogar osos y lobos.
               

En uno de los rincones del parque, una banda de música tradicional interpreta piezas de baile folclórico cuyo ritmo siguen numerosas parejas de "veteranos" y "veteranas", con gran alegría.

     Después de tres días visitando la capital del Reino de Suecia, necesitamos emprender de nuevo la marcha para aprovechar los pocos días que tenemos para este viaje.
     Esa noche procuramos descansar bien. Al día siguiente emprenderemos de nuevo el camino, con el firme propósito -tomado unas horas antes- de llegar hasta el Cabo Norte. Analizadas las diversas posibilidades que tenemos, ir hacia el Este a Finlandia, o al Oeste directamente a Noruega atravesando la tundra sueca, o bien seguir subiendo hacia la Laponia con la intención de llegar hasta el Cabo Norte, decidimos que esta última alternativa era la más lógica, haciendo caso además del consejo de nuestro buen amigo y guía en Estocolmo, Carlos Hafner. Alcanzar los 71 grados de latitud Norte es algo no se puede hacer todos los veranos. Aunque, realmente, lo cierto es que aún estamos muy lejos del Nordkapp, más de lo que pensábamos, como ya se iba a comprobar en las próximas y agotadoras jornadas.
       Curiosamente, notamos que la brújula del coche ya no funciona correctamente. Estamos ya a 59 grados de latitud norte, y la aguja magnética lo empieza a acusar. A partir de aquí, estará inservible, y solo recuperará su marcación correcta cuando a la vuelta volvamos a traspasar esa latitud. 
     Mientras Quim y yo estudiamos las posibles rutas, sentados a la luz de las estrellas y disfrutando de una agradable temperatura nocturna, nos llaman la atención las numerosas estrellas fugaces que cruzan la límpida oscuridad de la noche, acrecentando aún más si cabe la magia del momento.                   
    

2 comentarios:

  1. Hola Carlos!
    Interesante y la mar de didactica la entrada, un gusto su lectura. Ya se que las comparaciones son odiosas pero es que no lo puedo evitar, sobre lo que mencionas de la conservación de las embarcaciones, el urbanismo de sus gentes y demas, en seguida me vienen a la cabeza nuestros "usos y costumbres", vamos, igualito...
    Le estaba dando vueltas a la expresión esa de "hacerse el sueco", he sacado de la biblioteca El porqué de los dichos de José María Iribarren, editado por el Gobierno de Navarra (7ª edición), es un libro bastante interesante y con un profundo e intenso trabajo detras. Sobre esta expresión (lo voy a resumir pues es un poco largo) dice entre otras cosas lo siguiente:
    "Me parece referirse al proceder de los marinos suecos que, por desconocer nuestra lengua, hiciesen oidos de mercader a lo que se les dijese o se les reprochase en los puertos donde desembarcaran"
    La foto de la gente merendando y los globos tiene un punto muy bonito, transmite calma y sosiego. Simpatico lo de la motera...jeje Esa mesa en primera linea del agua menudo lujo, lo bien que se tiene que estar ahi. Pues mira, hoy me acuesto sabiendo una cosa mas, siempre me llamo la atención lo de los tejados.
    Lo dicho Carlos, un saludo y hasta la proxima!

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    1. Ciertamente, desde que salí por vez primera de nuestro país me di cuenta de que hay muchas cosas de las que debemos enorgullecernos, pero otras de las que deberíamos sentir algo de vergüenza y tratar de corregirlas. Y éstas que tú y yo mencionamos son de las segundas. Pero me temo que si aprendemos, lo vamos haciendo muy despacio. Y no me extiendo, que el tema daría para mucho...
      En cuanto a lo de "hacerse el sueco" es efectivamente "disimular, hacer que no se entiende lo que se les dice", según un diccionario que tengo. Supongo que es una cosa ya muy antigua que se les atribuye por lo enrevesado de su lengua, y por el carácter reservado y poco expresivo de esta gente.
      Lo de los tejados, efectivamente, digamos que la necesidad agudiza el ingenio. Y que los suecos siempre fueron admirables por sus soluciones tecnológicas.
      Saludos, Fran.

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