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24 de diciembre de 2013

NORDKAPP.8 LAPONIA. NOS ACERCAMOS AL FIN DEL MUNDO


Bandera de la nación lapona

Dejamos atrás la aduana fronteriza y penetramos en Finlandia. Según nuestro nuevo mapa, hay que recorrer unos cuantos Km. cerca de la costa, hasta llegar a la desembocadura de un río en donde retomaremos la ruta en dirección norte. Quim conduce y yo voy de copiloto, encargado por lo tanto de los mapas, para señalar la ruta a seguir.
Al cabo de casi una hora sin que todavía hayamos hecho el giro a la izquierda que esperábamos, veo algo que me hace dar un salto en mi asiento. Me acabo de dar cuenta de que vamos constantemente ¡hacia el sol! (o sea, al sur).
Algo va mal, ya que entonces debemos estar mucho más abajo de dónde suponemos que está la desviación. Nuestra orientación actual, apuntando completamente al sur, nos indica que ya hemos rodeado completamente el arco de costa que cierra, por el norte, el golfo de Botnia. Comprobamos el nombre de un pueblo que cruzamos y, efectivamente, hay que dar la vuelta para retroceder; nos hemos pasado ya casi cuarenta kilómetros. Gran cabreo, mordacidad extrema por parte del piloto al copiloto, pero bueno, hay que aguantarse, un error lo tiene cualquiera; "que sí hombre, un error, casi aparecemos en Madrid".Por fin tras rodar durante media hora vemos la indicación esperada, esta vez a nuestra derecha: Rovaniemi. Una hora y pico después llegamos a la pequeña y atractiva -por lo moderna- capital de Laponia.  
Tras su destrucción por parte de las tropas nazis, en la segunda guerra mundial, fue reconstruida bajo las instrucciones del famoso arquitecto finlandés Alvar Aalto.
Uno siente curiosidad por conocer de cerca al pueblo lapón, ya que se presiente una mezcla extraña de modernismo con costumbres tradicionales; de vida dura, digo mejor, durísima, con comodidades y nivel de vida muy altos. La Lapona es una de las comunidades aborígenes que quizás tengan mejor resuelta la dualidad que amenaza la supervivencia de los pueblos indígenas, ésto es, mantener su identidad como pueblo, como cultura, como tradición, como forma de vida, pero sabiendo captar lo bueno del tipo de civilización más avanzada que llegó hasta ellos, sin dejarse absorber, aprovechando toda clase de mejoras sociales, culturales y tecnológicas, pero con el objetivo fundamental, como fin último, de preservarse a sí mismos como nación. Y no menos mérito tienen los Estados que no solo no trataron de difuminar el hecho lapón, sino que lo favorecieron.

La presencia de renos es constante en las carreteras, obligando a conducir con mucha precaución. No hay casi automóviles, el peligro son estos animales que vagan líbremente.

Los lapones siguen muy aferrados a sus métodos de vida tradicionales, en especial a su forma de ganarse su sustento, en especial con la pesca y la ganadería del reno, gran fuente de riqueza para esta gente. Sus alimentos típicos se basan en la carne de este animal: Jamón, tuétano, carne frita en su misma grasa...
Sus territorios se reparten entre los países cuyas fronteras llegan hasta estos helados territorios: Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia.
En estos últimos tiempos han descubierto otra importante fuente de riqueza: el turismo. Sospecho que por eso todavía es fácil verlos vestidos con su ropas típicas, los vestidos de color azulón que tanto hemos visto en los documentales. Y creo que esto va a ser la razón principal por la que los lapones mantengan sus tradiciones. Ya no podrán pensar "¿Para qué sirve vestirnos como nuestros antepasados, fabricar su artesanía, inclusive conservar nuestras viviendas, en resumen, seguir manteniendo viva nuestra cultura?". La respuesta es, indudablemente, porque todo éso atrae al turista, y el turismo significa riqueza.
Otro hecho curioso y significativo (en cuanto al origen asiático-europeo de al menos algunos de los pueblos norteamericanos) son las viviendas tradicionales de los lapones, tiendas de pieles exactamente iguales a las que hemos visto en las películas sobre los indios, mejor dicho, los aborígenes de Norteamérica. Sobre unas largas varas enrollan pieles de reno para formar una pirámide cónica, abierta por su parte superior para dejar escapar el humo producido al cocinar. Supongo que ellos ya no viven en ellas, salvo cuando viajan con sus rebaños en las migraciones periódicas que necesitan realizar, para trasladarlos de un territorio a otro.
El turismo va a ser, en definitiva, un importante motivo para que los lapones no se olviden de quiénes han sido, y creo que está causando incluso una revitalización de Laponia como nación.
Cuando salimos de Rovaniemi, según el mapa, a unos ocho kilómetros nos vamos a encontrar con uno de los hitos más importantes de nuestro viaje: el Circulo Polar Ártico.


Recuerdo que no esperábamos localizarlo, pero el caso es que al llegar al punto geográfico concreto, un gran y vistoso cartel nos avisó: "Napapirii - Artic Circle".
Y muy cerca de allí la nota prosaica, un área comercial repleta de artesanía lapona.
Entramos a ver si valía la pena comprar algo, pero el tono general era de artículos excesivamente dirigidos a un turista de gustos no muy exigentes. Compramos algunas cosas de poca importancia y entre ellas una oferta de calcetines de lana, puesto que pensamos que debíamos reforzar nuestra ropa de abrigo, puesto que según hemos venido subiendo la temperatura y el clima han empeorado notablemente.
Pero cuando fui a mirar mas detenidamente los calcetines me entró una risa incontenible. ¡Estaban hechos en Portugal!.
Tras esta visita continuó nuestra ruta por un paisaje monótono, llano y gris, pues nos empezábamos a adentrar en la tundra. Los árboles, abetos en su mayoría, ya no eran tan altos como en Suecia y, como ya dije, el frío estaba haciendo su aparición, favorecido por nuestro internamiento en la zona continental, lejos del mar, y con una meteorología un tanto desagradable.
A media tarde, con la penumbra típica de esa latitud, llegamos al Camping Orakoski, cerca de la ciudad de Sodankylä. Situado al lado de un río, más bien se trataba de un conjunto de cabañas para alquilar. El recepcionista, un muchacho alto y fuerte (bastante alto y fuerte) nos indicó en inglés cuál nos correspondía. Dentro de un bosque de viejos abetos, junto con varias cabañas más, en un lugar todo él bastante sombrío y húmedo, allí aparcamos nuestro Mitsu e inspeccionamos la cabaña. Enseguida nos llamó la atención la rejilla protectora para los mosquitos que, muy pronto, nos daríamos cuenta de que en estas tierras están en su salsa. Estar al aire libre se convierte en una singular tortura, en la que tú mismo pareces auto flagelarte, pegándote manotazos constantemente. Sientes un picotazo breve e intenso, en especial en el cuero cabelludo, puesto que estos bichos parecen sentir predilección por esa zona corporal de los humanos.

La entrada al camping.

En la rejilla que teníamos en nuestra ventana, había no menos de varios millones de cadáveres de estos diminutos insectos (si los comparamos con el tamaño de los mosquitos que nosotros conocemos).
Ante la ausencia de distracciones, para matar el tiempo hasta la hora de cenar y dormir, nos fuimos a dar una vuelta por el río. Me sorprendió ver (porque era la primera vez que veía uno) un pequeño "aircraft", ingenio que navega sobre un colchón de aire, por lo que es un instrumento muy útil en aquellas pantanosas tierras.
Nos acercamos a la sala de estar para ver un poco la televisión y, de paso, preguntarle un par de cosas al recepcionista sobre lo que nos íbamos a encontrar en la jornada del siguiente día.
Amablemente, resolvió nuestras dudas sobre la ruta más conveniente a seguir y nos contó cosas del país, sobre los tremendos inviernos que allí tienen que soportar. Le explicamos que para nosotros, habitantes de tierras meridionales, se nos hacía difícil imaginar esas dificultades, en especial Quim, residente en una isla de clima casi tropical.
El joven nos habló de temperaturas de 40 bajo cero y nieve hasta la cintura. Yo le dije: "En esas condiciones no será posible utilizar los coches". Él hizo un gesto indicando indiferencia, y me contestó: "Tenemos que salir a la carretera, ya que no hay más remedio que seguir la vida, trabajar y continuar con nuestras actividades normales aún en esas condiciones tan frecuentes en la larga estación invernal, que dura casi ocho meses".
Si en pleno Agosto aquello tenía una pinta bastante penosa, meteorológicamente hablando, ¿cómo sería en Febrero, por ejemplo?. Al frío y la nieve intensísimos hay que unir una oscuridad casi total la mayor parte del día.
Al volver a nuestra cabaña vimos aparcadas en el Camping varias autocaravanas, prácticamente todas de italianos. Por entonces ya nos empezábamos a escamar de la gran cantidad de matrículas italianas que estábamos viendo en la carretera, aunque en pocos días conoceríamos la explicación.

Dormimos bien, aunque tuvimos que tomar precauciones por si habían entrado mosquitos en la cabaña mientras cocinábamos con la puerta abierta. El truco que empleamos para echarlos fue el de encender una luz en el exterior, apagando la de la cabaña, para tratar de que salieran los posibles intrusos, al ser atraídos por la luminosidad exterior.




2 comentarios:

  1. Que tal Carlos!
    Cuando leo estas entradas sobre el viaje intento imaginarme aquellos momentos, desde luego esta claro que viajando se aprenden muchas cosas, sobre todo nos abre la mente y nos hace darnos cuenta de que no somos el obligo del mundo. Lo de los calcetines "made in Portugal" a mi tambien me habria provocado una sonrisa.
    Gracias por todas esas explicaciones Carlos, ya me has despejado mas de una duda, sobre todo se agradece toda esta información de primera mano. Pues nada, voy a intentar relajarme y hacer un poquito de disgestión...jeje
    Un abrazo y que pases unas felices fiestas!

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    Respuestas
    1. Chocante, ¿verdad?, los lapones abrigándose con calcetines portugueses.
      Unas felices fiestas y un 2014 mejor que el 13, un abrazo.

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