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25 de febrero de 2014

ONDALONGA: LA PELÍCULA


Una brisa helada atraviesa el prado y se pierde en las lejanas olas.
Son las tres patas sobre las que se asienta un magnífico evento como el “Ondalonga”:
Primero, la PLANIFICACIÓN, o sea, una complicada serie de cálculos y previsiones que llevan a elegir una fecha determinada, aunque “cruzando los dedos”. Y otras tareas organizativas.
Segundo, la CELEBRACIÓN: el Gran Día, en dónde todos disfrutamos si aquellos cálculos han sido buenos.
Tercero, la DOCUMENTACIÓN, en la que colaboramos todos en mayor o menor medida, que guardará las sensaciones, las imágenes y las palabras para la posteridad, entre lo cual destaca un documento sobre los demás:  La Película.
"¡Qué les dé el aire!" y parecen cobrar vida.

Permitidme que en lugar de “vídeo” la llame así, “la película”. Me parece más respetuoso con la creación de un artista como Jesús.  Vídeos son esos “cortos”, en los que prácticamente todo se limita a reproducir lo que hemos filmado, tal como lo hemos filmado. No hay labor de montaje y se le incrusta la primera melodía que encontramos.  A Jesús Busto le costó una laboriosa tarea de edición -o montaje- el alcanzar el producto final que finalmente nos llevó a la pantalla del entrañable local de Bastiagueiro  en el que, por cierto, ya nos tomábamos cafés para calentarnos cuando comenzábamos a frecuentar esta playa en los primeros tiempos. Este bar tiene solera y debería figurar en las guías de surf.


Aun se ve la "xeada" sobre el poliester. La gente remolonea y se lo piensa. Aún tiene que subir la marea, además.

Pero vayamos a la película. La primera cuestión que se me ocurre, porque salta a la vista, o mejor, al oído, es que a Jesús se le da muy bien eso de “sonorizar” unas imágenes en movimiento. Y lo resalto porque es un tema al que soy muy sensible. En una época temprana de mi juventud -antes incluso de surfear- hubo unos años en los que fui un entusiasta productor, guionista, cámara, montador y técnico de sonido de mis propias producciones.  Entonces se llamaba cine amater, y en España proliferaban los clubes y los festivales, al igual que pasaba con la fotografía. Pero me voy del tema, perdón.

Tabla mítica, venida de desde otros mares lejanos.

Yo siempre entendí que el alma de una película es el sonido. Haced la prueba: visionar un vídeo sin el sonido, y luego con él: hay un abismo.
De Jesús he visto dos de sus últimas producciones, Las Meninas de Canido y otra sobre la exposición de fotografía surfera, originalísima, que este verano hizo Pablo López Hernández en varias playas de Ferrol. Y en las dos el sonido es absolutamente fundamental. Marca los ritmos de la historia que está contando y acentúa más lo que se quiere resaltar con las imágenes
En esta ocasión, Jesús vuelve a utilizar esa herramienta -en la que se va haciendo un experto- y lo hace para indicar y resaltar cuál es el ánimo que reina en cada uno de los diversos tiempos de la película. Pero lo lleva a cabo escogiendo con mimo -hasta que lo consigue- la música más indicada para que captemos lo que quiere decirnos. Primero el viaje al escenario, en una brumosa y gélida madrugada, con ilusión pero con temor de cómo va a salir todo. Luego los momentos en los que las cosas se empiezan a animar, sale el sol, llega todo el mundo, el rocío se seca y brillan los colores de los cientos de tablas que allí se han reunido; como cuando te tomas el primer café de la mañana. Ya entonces, el verdor del prado contrasta con el azul de la ría, y nos empieza a apetecer irnos de una vez al agua. Luego, el pueblo de Israel atravesando el Mar Rojo. Y, al fin, después de tanto preparativo, tanta espera y tanto viaje, un surfista pega de pronto el primer salto de los cientos que daremos todos esa mañana durante cuatro horas para coger todas las olas posibles, y desde ese momento Jesús parece estar en todas partes, en todas las olas, con todos los surfistas (excepto a mí, que me debe de tener manía y no me saca ni una sola vez. ¡No se lo perdono!).
Filma muchas olas buenas, bien plasmadas, en donde vemos con absoluta claridad los rostros de satisfacción de los riders mientras ejecutan maniobras con mucho estilo.
Pero tengo que darle un sobresaliente por una escena en la que saca a relucir lo que son las verdaderas y mejores virtudes de un cámara: la imaginación y la originalidad. Esa escena, larga pero nunca aburrida, es cuando en un alarde del sentido cinematográfico que sin duda tiene Jesús, graba todo el recorrido de la larguísima ola de uno de los surfistas. Consigue una toma-secuencia que, en un primer momento, alguien que conozca las reglas del cine pero que carezca de sensibilidad, la podría calificar de atentado contra esas normas del sentido del ritmo: nunca hacer tomas demasiado largas que parecen no decir nada. Pero es que resulta que en este caso esa secuencia nos dice lo fundamental, la verdadera razón de ser de Ondalonga, que son las olas más largas y más relajantes de Galicia, que esa es su cualidad mayor, y Jesús consigue que entendamos esto y que, además, disfrutemos con la escena y envidiemos al “protagonista”. Yo estoy deseando visionar de nuevo la película, para detenerme ahí y ver repetidas veces esa secuencia.
Cuando comenzábamos a hacer surf y nos llegaban las primeras fotografías y los escasísimos documentales, era frecuente que saliera la playa hawaiana de Waikiki. En ella se supone que empezó el surf en su estilo más primitivo, en el que los indígenas cogían esas largas olas que rompen muy lejos de la orilla y que corrían siempre adelante, sin apenas giros, hasta que la ola moría tras minutos de navegación. A mí esas olas siempre me apeteció surfearlas, porque debe ser el colmo del surf de relax.  Ver como te vas acercando a la playa atravesando el mar mientras tienes la sensación de volar sobre el agua: simple pero con mucho “soul” para el surfer. Y me planteaba a mí mismo, “pero tendré que ir a Hawai para disfrutar olas así”.  ¡Error! En el Pedrido hay olas como esas, las más largas de Galicia, a tan solo unos minutos de mi casa.

Jesús trabajando ya con entusiasmo, buscando el plano más impactante.







7 comentarios:

  1. Muy buenas Carlos !!! Estupenda entrada y una gran narración de la experiencia del sábado. Muchísimas gracias por tu asistencia y siempre es un placer mantener una charla contigo.
    Saludos.

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  2. Muchas gracias a vosotros por la acogida que nos haceis a los que, con mucha ilusión, nos acercamos a disfrutar de un rato de surf entre amigos.

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  3. Rectifico mi reproche a Jesús: efectivamente me ha cogido en una ola. Me explica que, como voy como un rayo, no fui capaz de reconocerme. Puede ser. La próxima vez me fijaré más.
    Bueno, Jesús, tu pecado queda perdonado, ja, ja.

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    1. Hola Carlos, acabo de volver a leer tu texto. Lo hice por la mañana a todo correr mientras desayunaba, y ahora lo he podido leer con más calma. Muchísimas gracias. Sobre todo porque viniendo de ti, que eres un gran entendido y aficionado al cine, son todo un elogio. Gracias pro haberte pasado el sábado. Y me alegro que haya valido la pena. Ya te enseñaré en la toma en la que sales. Las imágenes acompañan tu descripción de la ola, y es cierto que pasas como un rayo por delante de la cámara. Un abrazo,

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    2. Jesús, los comentarios se ajustan a lo que has conseguido. Ya te lo comenté en alguna otra ocasión. Un abrazo y sigue con el séptimo arte, porque nos haces disfrutar con tus trabajos. Aunque ciertamente es en donde más necesario es un equipo de personas, a partir de determinado nivel de proyecto. Y eso lo complica todo. La fotografía basta, la mayoría de las veces, con uno mismo. Y la literatura ya no digamos. Pero el cine...

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  4. Que tal Carlos!
    Pues como bien ha dicho Jahgo estupendo el post. Siempre se agradece el trabajo y la dedicación, estas cosas llevan su tiempo y se nota cuando hay cariño en lo que se hace.
    Por cierto, desconocia esa faceta tuya con lo del cine, ya tendremos una charla cuando suba...
    Saludos!

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  5. Muchas gracias, Fran. Pues ciertamente fue una de mis aficiones juveniles y en algún momento llegué a plantearme entrar en la Escuela de Cinematografía (lo que había en aquel entonces).

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