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18 de octubre de 2013

NORDKAPP.5 . SUECIA

                                 
                
      Suecia. Palabra mágica para el viajero, que describe una tierra seductora para casi todos los latinos. Casi, porque hay gente que conoce a fondo Suecia y el clima sueco y desmitifica un poco lo que este país significa en el Sur de Europa.
     Realmente y desde un punto de vista político-económico, los suecos no son ciudadanos europeos, ya que Suecia no está dentro de la CEE. Y es que no quieren estarlo, ¿para qué? Ellos representan el sueño dorado de muchos ciudadanos de la Comunidad Europea.
     Es curioso. Un estado que hace varios cientos de años era tan solo un pequeño reino, casi metido en las tierras del hielo eterno y del que a nivel popular poco se sabía. Una nación que se miraba entonces a sí misma en el espejo, tratando de parecerse a los grandes reinos de la Europa meridional, que representaban lo más adelantado de la época... España, por ejemplo. Mientras nosotros conquistábamos el mundo, Suecia se contentaba con disputar con algún vecino (los polacos, casi siempre) el dominio del Mar Báltico.
     Sus ansias expansionistas siguen siendo las mismas, es decir, ninguna. Se limitaron a emigrar, en el siglo pasado, al Nuevo Mundo a donde llevaron su cultura, sus costumbres, su raza y muchas otras cosas. Aunque a primera vista no lo percibamos, es quizás la nación europea que más ha influido en el genuino estilo de vida americano.
     Y los que se quedaron en la vieja Europa se han dedicado a su vez a construir un gran país, muy metido en sí mismo, pero que ha logrado en esta segunda mitad del siglo veinte constituirse en una de las naciones de más alto nivel de vida, con una prestigiosa industria admirada por su eficiencia, y con un modelo de ciudadano cultísimo y civilizado, en lo que este adjetivo tiene de sublime, y al que han tratado de emular muchos otros ciudadanos de otras naciones.
     Políticamente instauraron una de las primeras monarquías constitucionales del mundo, con lo que ello representa de tradición y de progreso al mismo tiempo.
     Su conocida neutralidad en los dos grandes conflictos mundiales del siglo veinte, ha sido uno de los principales motivos de su engrandecimiento económico.
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     Cuando apagamos las inquietudes iniciales del policía, y comprueba fehacientemente que en nuestro maletero no llevamos ningún artículo líquido-orgiástico (quede claro que lo que realmente le preocupa a la aduana sueca no es el tema moral, sino el económico), abandonamos el recinto portuario y tratamos de localizar el camping más próximo.
     Rodando por una carretera local, dentro de un área que parece residencial, yo miro a mi alrededor con el mismo sentimiento que, imagino, tendría un astronauta al llegar a un planeta extraño. Los países nórdicos, la sociedad nórdica, ejercieron siempre en mí una fascinación especial y una inmensa curiosidad que ahora, al fin, veo satisfecha.
     En la recepción del camping repetimos los ya habituales intentos de pagar con dinero "artificial". Pero los jóvenes recepcionistas -eso sí, muy amablemente- nos rechazan este tipo de pago. Ni tarjetas, ni cheques de viaje en dólares, ni lavar platos. O moneda sueca, o...a dormir en la calle. Sin embargo, su raro -para nosotros- concepto de la amabilidad y honradez les hace sugerirnos que podemos dormir allí esta noche, si mañana vamos a la ciudad próxima a cambiar dinero y volvemos al camping a pagar. Aunque al día siguiente es domingo, nos dicen que funciona una oficina de cambio de divisas. Y en eso quedamos.  
     Ese atardecer, mientras montamos la tienda y hacemos la cena, nos vamos a enfrentar por primera vez a los famosos mosquitos árticos. Aún estamos lejos del que se supone es su habitat natural -ya lo comprobaríamos en la Laponia finlandesa-, pero posiblemente la gran humedad que tiene este camping propicia que ya notemos su presencia.
     Colocando la tela de plástico de la tienda, de pronto noto un picotazo en la cabeza, por debajo de mi pelo. Como no sé de qué se trata no le doy ninguna importancia. Pero cuando ya van varios pinchazos, lo comento con Quim, que también se da estentóreos manotazos en la cabeza, como si quisiera castigarse por malo. No tardamos en percatarnos de qué se trata, por lo que abreviamos nuestra estancia al aire libre y nos vamos a descansar.
     Al otro día, y después de resolver nuestras deudas con la dirección del camping, emprendemos de nuevo la ruta, hoy ya con un destino importante: Estocolmo, la "Venecia del Norte".
     En una rápida incursión a la vecina Malmö para obtener coronas suecas, nos apercibimos de cómo son los domingos por la mañana en estas tierras, cuyos habitantes los sábados por la tarde están muy preocupados por incrementar sus provisiones de bebidas alcohólicas.
     Las calles, en un día gris y algo oscuro, están literalmente vacías. Hay abundancia de casas unifamiliares con su correspondiente jardín, muchos parques, etc. 
Ahí por vez primera percibo algo que después, a lo largo de nuestro viaje por Suecia y Noruega, observaré en multitud de ocasiones, y es lo mucho que ha heredado la sociedad norteamericana de la nórdica. Es un hecho perfectamente constatable en infinidad de aspectos y que a mí me hizo cavilar, ya que se supone que no ha habido tantos emigrantes escandinavos en América como para influir de tal forma en las costumbres nacionales y, sin embargo, a veces nos parecía estar en un típico pueblo del centro de Estados Unidos. La tradición que acabamos de mencionar, de emborracharse pacíficamente los fines de semana y dormir la mona el domingo, es un pequeño ejemplo de lo expuesto.
    De otra faceta de su desarrollada cultura, el amor y respeto por los animales, tenemos asimismo una muestra enseguida. La carretera local por la que se llega al camping discurre por una zona de recreo bastante natural, prados, bosques y la orilla del mar cerca. En una de éstas, divisamos una curiosa señal de tráfico: en el dibujo esquemático se ve una mamá pata, seguida por varios patitos, que atraviesan la calzada despreocupadamente. La señal es de precaución: preferencia de paso a los patos que caminen por la carretera.
     Efectivamente, al poco vemos una muestra viva del motivo de la señal de precaución. Numerosos patos y sus retoños pasean reposadamente por los prados cercanos a la vía asfaltada.
     Está claro que estos suecos son aún más diferentes de nosotros de lo que yo pensaba. En otros sitios que yo me sé, esa señal serviría para advertir a los automovilistas de que, en breve, tendrían la excitante posibilidad de cazar patos en la calzada.
    
    

                                                   
     Pronto estamos de nuevo en ruta, por primera vez sin rodar por autopista, prácticamente desde que salimos de Madrid. En Escandinavia hay varios cientos de kilómetros de autopista ó autovía y soy testigo de que se están construyendo más, en especial en el área meridional, en dónde la densidad del tráfico de vehículos es más alta. Sin embargo, este tipo de vías no son muy rentables en estas latitudes, por varias causas. Primero, la densidad de población es bajísima, siéndolo también como consecuencia la densidad del tráfico de vehículos. Segundo, el coche sirve aquí principalmente para desplazamientos cortos, ya que durante gran parte del año la climatología es tan adversa que impediría contar con este medio de transporte para los viajes, tal como nosotros lo hacemos en la Europa templada. Y, además, el sentido práctico de los suecos les ha hecho adoptar, no sé si dentro o no de la legalidad, con una curiosa costumbre cuando circulan por sus carreteras.
     Estas son del tipo que nosotros llamamos redia o nacional, es decir, de gran anchura y con generoso arcén.
     Cuando te acercas por detrás al automóvil que te precede éste, automáticamente, se separa al arcén con lo que te facilita totalmente el paso, aun cuando vengan otros vehículos de frente que también, si es necesario, se separan a su derecha para facilitar la maniobra. Todo perfectamente sincronizado y sin que nadie proteste o pretenda imponer su relativo derecho a circular sin alterar su trayectoria. Esto hace que circular por una carretera sueca sea como hacerlo por una autovía ya que nunca, insisto, nunca te encontrarás a un automovilista que no se separe lo suficiente para que tú no tengas que alterar tu ritmo. Vamos, para hacerse una idea, como si fuéramos el Presidente Fraga y su escolta.
     Esta costumbre ó norma me recordó la circulación por las carreteras portuguesas, en donde se hace algo muy parecido. Pero sospecho que allí es porque, si no te separas cuando viene un coche de frente y adelantando, corre peligro tu integridad. Los extremos se tocan.
     El paisaje sueco es hermoso pero monótono. Hay siempre tres cosas: prados enormes, bosques tupidísimos (me río yo de las plantaciones de eucaliptos de Galicia) y lagos paradisíacos. Curiosamente, de nuestro viaje hasta Estocolmo no recuerdo prácticamente ningún pueblo, solo granjas muy bonitas. Y luego constantemente aquellos rollos blancos, de plástico, distribuidos regularmente por los inmensos prados, que tardamos bastante en descubrir que era hierba seca recolectada y empacada para el invierno.
     (Nota: En aquellos años aún no habían llegado a nuestros prados gallegos esos rollos blancos ó negros de empacar hierba, que hoy son tan habituales)

     Cuando llevábamos ya varias horas de viaje, nos encontramos con una cola de vehículos que nos obligó a detenernos. Mientras esperábamos pacientemente a que se activara el tráfico, nos adelantó por nuestro arcén un extrañísimo coche, viejo, pintarrajeado con calaveras y con unos tremendos cuernos sobre el capó, conducido por una representación de la más selecta juventud sueca, cueros negros, apliques metálicos, y toda la típica parafernalia "heavy".
     Perdimos rápidamente de vista el coche, que siguió su camino por el arcén, firme en su propósito de adelantar la cola en plan gorrón. Pero cuando se reanudó la marcha, a los pocos kilómetros los volvimos a ver parados en un lado de la carretera, con cara de circunstancias, mientras que unos mastodónticos policías suecos apuntaban algo en un bloc...    

                                                       

          







2 comentarios:

  1. Que tal Carlos!
    Ahora que estaba leyendo lo de como actuan para dejarte adelantar me estaba acordando de nuestros vecinos portugueses, lo de ellos es un poco mas brusco...jeje Bueno, no voy a hacer muchas coñas que la verdad a ese pais lo estan destruyendo poco a poco, es mas, hay una sensación de tristeza en el ambiente terrible, pero bueno...
    Esos prados amarillos me encantan, aunque supongo que cuando se convierten en la dominante habitual del paisaje acabas por no prestarles atención. Me estaba preguntando una cosas, ¿con esa experiencia que te ha dado el viajar por esos años, no tienes la sensación de que estamos a la cola de muchas cosas en comparación con el resto de Europa?
    Pues nada Carlos, un saludo y buen finde!

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    1. Cuando atravesé Suecia de norte a sur me pareció muy bonito pero pronto, muy monótono: se puede resumir en bosques y prados, al menos la franja costera del Báltico. Noruega es la que sorprende, ya lo leerás. Suiza, que también es un país muy bonito y por la que pasamos días después, me pareció que no se podía ni comparar con el paisaje nórdico.
      En cuanto a lo de la sensación que dices, la verdad es que ya cuando hice este viaje (hace 22 años) reconocía que me encontraba con muchas cosas mejores, pero que nosotros tenemos también cosas de las que enorgullecernos. Nuestro paisaje, por ejemplo, te puedo asegurar que es uno de los valores más singulares de nuestro país. Y en cuanto a la sociedad, hemos avanzado mucho. Yo empecé a viajar con 17 años, y me maravillaban muchas de las cosas que veía fuera, cosas que nosotros no eramos capaces de lograr: limpieza, educación, respeto, urbanismo, infraestructuras...Siempre me apasionó viajar y pude hacerlo, por unas u otras razones, y contactar con otras culturas y vivir experiencias que me ayudaron mucho a adquirir unos conceptos mucho más universales del mundo que me rodea.
      A los españoles nos educaban como si fuéramos el ombligo del mundo, y eso te daba risa cuando salías fuera. Pero, bueno, de todo eso habría mucho que contar.
      Saludos y a disfrutar de las olas.

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